Las Dictaduras y la Ficción Narrativa

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Por Sandra Luz Tello Velázquez

En cuántas ocasiones hemos escuchado que “la realidad supera a la ficción”, es innegable el hecho de que toda ficción literaria tiene como punto de partida a la realidad y que en ocasiones suele ser tan dolorosa, vergonzosa, limitante o aterradora que la única salida para la memoria histórica es convertirla en novela, cuento o cualquier expresión artística. Quizá sea por esto que, a diversos escritores de la lengua española les apasionó retratar la historia de las tiranías, principalmente las ocurridas en la América Latina en el siglo XX.

Es posible que una de las obras de Gabriel García Márquez con mayor rigor retórico y encaramado Realismo Mágico, sea “El Otoño del Patriarca”, novela centrada en la figura de Zacarías, dictador latinoamericano que ha olvidado su nombre, general de origen pobre, sin formación escolar, alfabetizado por su mujer, quien tiene mayor conocimiento y educación que la suya. Dirige un desconocido país caribeño.

Desconectado de la realidad, es posible reconocer la imagen de un dictador solo, que habita un palacio lleno de vacas e inconcebiblemente viejo. García Márquez delinea las características del tirano fusionando los rasgos de Rafael Trujillo, Anastasio Somoza y Fulgencio Batista.

Pensar en dictaduras es reconocer que, quienes llegaron al poder lo hicieron a través de la violencia y se mantuvieron mediante el uso de la fuerza, la represión y la censura, como lo retrata magistralmente Miguel ángel Asturias en su novela “El Señor Presidente”, constituyéndose como uno de los más notables representantes del Realismo Mágico y precursor del Boom Latinoamericano, Asturias se inspiró en el gobierno de Manuel Estrada Cabrera, en Guatemala.

En “El Señor Presidente” se exploran los artilugios que llevan al funcionamiento de las dictaduras políticas a través de distintas miradas narrativas que condenan indirectamente la tiranía y la injusticia en un país sometido a este tipo de gobierno, de esta forma la historia recrea un sórdido ser deshumanizado, repugnantes individuos, a marionetas que pierden su capacidad para discernir y veneran a un líder que sume a su país en una pesadilla.

En la misma temática encuadran otras obras fundamentales de la literatura que recrean con maestría la figura del dictador: “La Fiesta del Chivo” de Mario Vargas Llosa, “Yo el Supremo” de Roa Bastos, “Tirano Banderas: Novela de Tierra Caliente” de Ramón del Valle Inclán.

Sin duda, la recreación y la ficción literaria pueden ser la luz que muestre los recovecos sórdidos de las dictaduras, la podredumbre de sus círculos íntimos y leales, los ambientes políticos que enmudecen al grito social y las repercusiones de las tiranías en los países latinoamericanos que, en ocasiones se niegan a despertar.