Quebradero

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Entre mentiras y “la verdad”

Por Javier Solórzano Zinser

El “¿quién es quién en las mentiras?” se va a debatir entre el análisis de la información y el señalamiento de todo aquello que moleste o tenga en la mira el Presidente.

Lo que pasó esta semana está cargado de imprecisiones e incluso de intentos fallidos de sentido del humor. Por momentos parecía más un ejercicio escolar, propio de una actividad en una carrera de periodismo y comunicación, que un trabajo profesional que pudiera evidenciar y probar la desinformación a la que se aludió.

El primer gran reto que tiene por delante la morenista amlover vocera es el de aclarar los desmentidos de buena parte de lo que expuso. La información presentada resultó en algunos casos imprecisa, a la que, por cierto, se le podría aplicar el propio título del ejercicio, a lo que se sumó el hecho de que también algunos medios y periodistas precisaron referencias que desde su perspectiva eran falsas.

A esto se suma la información en que se citó a Forbes y al NYT, en este caso por la ausencia de atención ante el derrumbe de un edificio en Miami en un intento de comparar esto con la investigación que hizo el diario sobre el colapso del Metro.

El inédito ejercicio está obligado a la investigación, precisión, objetividad y trabajo minucioso, que no a las ocurrencias.  De otra manera queda la idea de que se pretende señalar y fustigar sin necesariamente tener bases suficientes para hacerlo.

Si estamos en estos terrenos es obligado atender y hacer valer las observaciones de las personas, medios y redes aludidos. No tiene ningún sentido ponderar y utilizar los espacios que de manera privilegiada se establecen en las mañaneras para que desde ellas se impongan miradas unilaterales sobre las cosas, cuando hay pruebas de que en más de una ocasión se ha mostrado lo contrario de lo que ahí se dice.

Habrá que ver si en la próxima sesión se hace el necesario, diríamos obligado derecho de réplica, acuse de recibo a las referencias sobre desmentidos, aclaraciones y precisiones o se quedan en los terrenos de las miradas unilaterales y en el no pasa nada, lo cual le quitaría su esencia y sentido a lo que aseguran pretenden hacer.

No actuar de esta manera va a terminar por quitarle valor al ejercicio para convertirlo, más que en la búsqueda de evitar las mentiras, en un mecanismo unilateral en donde otras mentiras terminarán atrapando al propio gobierno.

En lo que por ningún motivo se pueden quedar las cosas es que sea el gobierno quien determine “la verdad”. El debate sobre los medios, las redes y en general los asuntos de opinión pública es parte de una deliberación colectiva que no puede quedarse en intentos por mantener y agudizar los antagonismos.

No es el papel del gobierno el plantear qué sí y qué no en los temas de la información y la comunicación colectiva.

A lo largo de mucho tiempo ha existido esta estrategia como parte de la gobernabilidad. La relación entre los gobiernos y los medios estaba determinada por temas de dinero y por los intereses comunes que llevaban a acuerdos no escritos de convergencia para la gobernabilidad.

Si este gobierno ha dado pasos para cambiar esta relación, en algunos casos sigue soltando el dinero de manera discrecional, está obligado, quisiéramos suponer que por convicción, a cambiar los parámetros de esta relación, pero por ningún motivo pueden imponer a través de ejercicios limitados, con gracejadas e imprecisiones, una verdad en donde se está colocando como una especie de tótem que establece quién dice mentiras partiendo de que en las mañaneras está la verdad.

 

RESQUICIOS

Nos dice la avezada senadora Beatriz Paredes del PRI, si nos atenemos a la encuesta que dio a conocer el Presidente, hecha en la Presidencia, en que asegura que el 72.4% de los ciudadanos quiere que el tabasqueño permanezca en el cargo para qué se hace una consulta, que seguramente cuesta dinero, en la que se va a preguntar lo que según él ya se sabe.