¿Hay condiciones para regresar?
Por Javier Solórzano Zinser
El regreso a clases presenciales no está a debate. Colectivamente se reconoce como imprescindible, donde está el problema es en el cómo hacerlo y cuándo hacerlo.
Mucha gente vive en pequeñas viviendas, lo cual dificulta severamente la convivencia y el obligado trato cotidiano lo que está provocando que desde hace tiempo prevalezca la intransigencia y en más de algún caso la violencia intrafamiliar.
Son muchas las circunstancias que se han sumado a las situaciones de origen, estamos en medio de problemas de enorme complejidad, los cuales deben ser motivo de atención, reflexión y catarsis llegado el momento del regreso a clases presenciales.
Las familias han enfrentado como han podido la pandemia, el encierro obligado y necesario y en muchos casos la muerte de los padres lo que ha dejado a los niños y adolescentes en una situación de dolor profundo y de incertidumbre.
Mucho habrá que trabajar con los estudiantes en este sentido, sobre todo, porque está claro que todavía tenemos un largo camino por recorrer. El proceso de adaptación en estos escenarios va a ser complejo, la vida ha cambiado de manera definitiva y nunca volverá a ser, para bien y para mal, como la vivimos y concebíamos.
La otra variable que merece enorme atención es la que tiene que ver con la estrecha relación y dependencia que están guardando los estudiantes con las redes sociales. Si bien no todos en el país tienen acceso al celular o computadora, una buena parte lo tiene a la mano. Las tecnologías en la vida diaria son una extensión de nosotros; diría Marshall McLuhan, los medios como extensiones del hombre.
Éstas y otras muchas razones son las que están en la mesa para buscar lo más pronto posible el regreso a clases presenciales. Estamos ante un dilema que no va a dejar satisfecho a nadie; regresar a las escuelas bajo las condiciones en las que estamos en medio de la tercera ola de contagios es un riesgo alto que va más allá del riesgo al que hizo referencia el Presidente.
No hay duda de que se tiene que hacer algo, pero apelar a correr riesgos cuando se trata de nuestros hijos no es un buen argumento. La cuestión está en cómo se va a organizar el regreso y qué tanto las autoridades tienen plena claridad de los mecanismos para hacerlo, empezando por las condiciones en las que están las escuelas y los hogares en todo el país.
No se puede colocar como único centro de responsabilidades a las familias, las autoridades son el eje organizativo de la sociedad y los primeros responsables en el proceso, si bien es claro que no los únicos.
Las familias son uno de los ejes, pero con el cuestionario de corresponsabilidad, el cual “actualizaron” el viernes se les está colocando bajo condiciones en que no todas acaban por tener claro qué debieran hacer.
Lo que por ningún motivo debe suceder es politizar el debate. Si bien ya hay indicios de ello, lo que incluye al Presidente, lo que hay que hacer es cerrarle el camino a esta absurda politización. López Obrador debiera ser el primero en evitarlo, porque al final estamos ante un asunto que va más allá de filias y fobias, chairos y fifís.
Se trata de la salud de la sociedad en su conjunto y en particular de las y los niños, quienes son los que están más expuestos y en algún sentido desprotegidos.
Como están las escuelas va a ser necesario que el gobierno entienda que se requiere de dinero para crear las mejores condiciones para el regreso presencial, la solución también pasa por el presupuesto.
La cuestión está en saber si hay condiciones para el regreso.
RESQUICIOS
Conocemos a Jorge H. Hernández desde hace muchos años. Nunca hemos escuchado, ni jugando, algún comentario que tuviera que ver con la misoginia, no está en su código ni en su vida. Es un hombre extraordinario, gran escritor, con un sentido del humor que hoy más que nunca se agradece. No basta para explicar su despido con las informaciones de la Cancillería, es un tema de Marcelo Ebrard.