Quebradero

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Reconciliación. ¿Con quién?

 

Por Javier Solórzano Zinser

Los llamados a la reconciliación que diferentes sectores le piden a la Presidenta no pareciera que pasen por el radar de la inquilina de Palacio Nacional.

Para la titular del Ejecutivo la reconciliación, o lo que se le parezca, no tiene sustento, porque no hay una confrontación nacional que lo exija. Estamos ante un régimen que se mueve bajo el voy derecho y todo lo que pasa en torno a lo que para muchos son confrontaciones, para el oficialismo son manifestaciones de opositores con tintes políticos, lo cual no tienen, para el proyecto de la 4T razones como para sentarse a dialogar con quien piensa diferente.

A la Presidenta le resulta más importante sentarse con ciertos representantes del sector privado porque los encuentra necesarios para el desarrollo de su proyecto.

A los opositores no los considera, más bien los menosprecia, porque parte de que su Gobierno tiene su eje en sus representados que no son quienes forman parte de organizaciones sociales y políticas con percepciones diferentes de país.

La palabra reconciliación no está en el diccionario del Gobierno. Se parte de que, si quieren hacerse valer que lo hagan a través de los votos que los lleve a una representatividad que obligue al Gobierno al diálogo y entendimiento. Sólo cuenta la mayoría por más que en ocasiones se alcance por la puerta de atrás, como pasó con la aprobación de las reformas.

Lo que está de por medio no es sólo la concepción de la gobernabilidad, también está la de la democracia. ¿Se puede gobernar solamente escuchando a los suyos, sin entender que hay un proceso diverso de pensamiento en un país diverso de ideas y de concepciones de la vida en todas sus dimensiones?

Este Gobierno y el anterior se han movido bajo estas premisas. No es casual que las mañaneras sirvan para desacreditar a quienes piensan diferente, ya sean organizaciones sociales, partidos políticos, académicos y periodistas.

La narrativa se concentra en que el Gobierno es la representación del “pueblo”. El triunfo electoral llevó a la 4T a la consolidación y a la soberbia.

La Presidenta sabe que para mantener su proyecto de Gobierno, le llaman el segundo piso de la 4T, es necesario que exista un entendimiento básico al interior del oficialismo y particularmente en Morena.

El PT se ha ido convirtiendo en una oposición dentro del oficialismo. Ha ido creciendo y en muchos casos ha ido ganando elecciones que lo van llevando por los terrenos de la independencia y del peso propio.

El PT ha manifestado sus críticas a la reforma electoral. La razón está en que no los han tomado en cuenta ni los han llamado a participar y están, a decir de varios dirigentes, tomando decisiones sin considerarlos y sin siquiera pedirles su opinión. Se ha de imaginar que, si esto piensan en el PT, imaginemos qué piensa la oposición legítimamente constituida.

Ésta es una de las razones por las cuales para la Presidenta la reconciliación está más en lo interno que en la relación con los partidos de oposición o las organizaciones sociales, a las cuales, desde los tiempos de López Obrador, se les menosprecia y no se les toma en cuenta.

No vemos cómo la Presidenta se siente a discutir con la oposición. Esto sólo se dará bajo condiciones excepcionales que, por ahora, no aparecen por ningún lado.

Quienes andan buscando la reconciliación más vale que entiendan que esto no va a pasar. El proceso electoral del 2027 está siendo diseñado para llevarse el carro completo y en eso andan, lo cual va a llevar a que se concentre aún más el poder.

Lo que estamos viendo y viviendo ahora puede que sólo sea el preámbulo de lo que viene.

RESQUICIOS.

En un capítulo más de la culpa es del pasado, se está señalando al gobierno de Peña Nieto como el que abrió las puertas para que la FIFA entrara con el Mundial con la mayor impunidad económica. El tema lo conocía López Obrador y su sucesora, pero ya se sabe que vivimos bajo la máxima del pasado nos condena.