Las reflexiones decembrinas

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Por Uriel Flores Aguayo

Aunque no se quiera, pero es mejor que se quiera, no sustraerse de la atmósfera que nos rodea, estos días propician la convivencia social y la reflexión personal. Es un periodo festivo más que nada, pero tiene sus rincones y márgenes nostálgicos. Hay recuentos y  propósitos. Sin mayor planeación y sin formalismos llegan los recuerdos del año y de antes. Algo pasó que lo pensamos. Algo leve o profundo, chico o grande, perdurable o fugaz. Siempre pasa algo. Nadie es ajeno a los cambios, perceptibles o no.

Tal vez la gran diferencia es la comprensión o conciencia de lo que nos pasa. Asumir la realidad puede estar ligada a un proyecto de vida de corto o largo plazo, o agotarse en lo inmediato. Somos edades, somos tiempo, somos evolución, y por tanto nuestras circunstancias y enfoques varían. Nuestra cronología incide en el ritmo de actividades, en la calidad del tiempo y en nuestra tranquilidad. Hacemos mucho en cierta etapa, hacemos menos en otra; nos vinculamos con la gente en cantidad en algún momento, mientras en otro las relaciones son de calidad; de vivir rápido y casi sin dirección pasamos a la calma y rumbo fijo.

Con envoltura de la cultura nos vamos haciendo mejores personas, un poco por inercia, otro tanto por abstención y en algo por convicción. Las edades ponen de su parte, condicionan actividades y el tiempo. La naturaleza humana, la condición humana y la calidad humana permanecen intactas en su esencia y evolucionan sutilmente; al final se expresan tal como son en todos los ámbitos de la vida. En lo cotidiano y en plazos largos. El tiempo es uno, su contabilidad surgió de estudios y acuerdos, pero ya es nuestro acompañante fijo. Es como sombra y parte vital del equipaje. El tiempo, nuestro, se envuelve con climas y festejos. Es ineludible.

A la mayoría les gustan estas fechas. Diciembre es frío, más de estar en lugares cerrados y tomar bebidas calientes. Es de navidad con sus tradiciones y regalos. Es de aguinaldos y compras. Es de buenos deseos y abrazos. De reencuentros. De muchas convivencias. De nostalgia. Todos tenemos un ser querido que nos visita en los recuerdos y el anhelo de volver a verlo. Hay una sublime fascinación en los rostros luminosos de los niños que reciben regalos y viven en la ilusión del cercano seis de enero. Diciembre cierra el año y deshoja el calendario; sus últimos minutos se conectan con los primeros del siguiente día, mes y año nuevo. Es simbólico. Te duermes en un año y despiertas en otro, a veces imperceptiblemente. Es un cambio simbólico y formal.

Es sano y puede ser útil iniciar el año con propósitos concretos, con metas y compromisos. Más allá del propósito central que tengamos en la vida. Tal vez podamos hacer el intento de ser mejores personas, respetuosos de las reglas sociales, buenos ciudadanos, informados y cultos, leales, honestos, solidarios, ejemplares, con sustancia, cuidando prestigio, valientes, tolerantes y cariñosos.

Se acerca el año 26 del siglo 21. La vida sigue. Hay que seguir viviendo. Hagamos lo que nos corresponde para que siga valiendo la pena continuar en este viaje de aventura luminosa que es la vida.

Recadito: Xalapa queda en buenas manos.