Por Francisco Montfort Guillén
A la personalidad autoritaria la distinguen sus afanes de control absoluto, de disciplina férrea, de orden impuesto, de obediencia ciega, de control total hasta en los mínimos detalles. El que manda y quienes los obedecen comparten ese gustillo militar que detesta la libertad, la creatividad, la innovación. Se sienten un grupo privilegiado y gustan de marcar límites entre los grupos sociales (ellos) y los otros. Los autoritarios están sellados por el pensamiento determinista. Tienden a simplificar la realidad y encuadrarla en reduccionismos. Su principal, si no es que único objetivo es tener poder y ejercerlo a plenitud.
En días recientes se conmemoró, en España, la muerte del general Francisco Franco que, como todos sabemos, ejerció de dictador fascista en su país por tres décadas. Durante su largo mandato tuvo tiempo para pensar en su sucesión, que sólo llegaría con su muerte. En su mente diseñó los pasos a seguir y las personas que habrían de hacer los trabajos para que su régimen político subsistiera a su desaparición.
Por este pensamiento es que se atrevió a declarar que no importaba que muriera, porque había dejado Todo atado y bien atado. Fue incapaz de saber los cambios que ya habían transformado su sociedad, por esa simplificación y reducción de la realidad que lo acompañó desde siempre. El caso es que a los dos años de su fallecimiento se instauraba un régimen político totalmente nuevo, lejano al que había hecho germinar la Guerra Civil y sin continuismos evidentes con el franquismo. La democracia surgió de los polvos del falangismo, acumulados durante su largo ejercicio.
La transición política española surgió sin hoja de ruta prestablecida e inclusive con el juramento del rey sobre los mandatos jurídicos, políticos, económicos y sociales del franquismo. Juan Carlos I y un conjunto de hombres y mujeres lúcidos supieron leer la oportunidad de colocar a Estaña en la ruta del desarrollo europeo y de la democracia y modernidad que habían permitido al mundo crear el Estado de bienestar con plenas libertades y justicia social.
Sin duda la transición a la democracia más espectacular y productiva es la española. En otras transiciones los triunfadores tuvieron que hacer varias concesiones al Antiguo Régimen autoritario como en Checoslovaquia, Hungría, Polonia y una murió en el intento de querer democratizar y modernizar el sistema totalitario que implosionaba: fue el caso de la URSS.
La rigidez del pensamiento autoritario le impide pensar en los cambios que se gestan en las sociedades y en el azar que juega también un papel importante en el destino de las naciones. En México estamos viendo otro ejemplo claro del pensamiento autoritario en acción, con el ejercicio del poder y el legado de Andrés Manuel López Obrador. Para que continuara su régimen dispuso de cantidades ingentes de dinero, enfrentó a una oposición debilitada sin vocación de poder, destruyó las principales instituciones del sostén democrático del país y pudo imponer a su heredera que llevó de la mano hasta la silla presidencial a la que sí pudo escriturarle una hoja de ruta para navegar al menos los próximos seis años.
López Obrador dejó todo atado y bien atado, igual que Francisco Franco. Pero no pensó en la fuerza de la realidad que envuelve su legado. En primer lugar, las incapacidades de su heredera en la presidencia. En segundo lugar, la fuerza de los cambios y exigencias de la presidencia de Donald Trump. En tercer lugar, la advertencia de Porfirio Muñoz Ledo que declaró públicamente y en una entrevista con Adela Micha que el señor López no podría heredarle sus alianzas con el crimen organizado. Y, en términos generales, que sus propias obras para retener el poder, la destrucción de instituciones, o como los elefantes blancos y las deudas públicas, se convertirían en bumerangs ahorcando las finanzas públicas.
La OEA, en dictamen preliminar sobre la elección judicial en México, ratifica que la misma no “cumple con los estándares internacionales que garanticen la independencia, eficiencia, imparcialidad y transparencia del poder judicial pues todos los protocolos internacionales fueron violados”. Las primeras intervenciones de los nuevos jueces y ministros ya siembras dudas sobre la calidad y la neutralidad de sus decisiones.
De acuerdo con el índice Global de Criminen Organizado (Global Initiative Against Transnational Organized Crime), en 2025, México ocupó el primer lugar en este ranking de la ignominia: crimen organizado, narcotráfico, trata de personas, tráfico de armas, cibercrimen. Ningún país nos supera. Este indicador solo nos permite poner números a la experiencia cotidiana que vivimos en todo el país. Sociedad del miedo, sociedad temerosa y no tano como efecto de tener bandas organizadas de alto nivel. El problema de fondo consiste en la alianza del crimen con las autoridades mexicanas, a pesar de que, como dijo Porfirio Muñoz Ledo, las alianzas con el crimen organizado, no son heredables, por lo cual ninguna cifra a la baja, en términos de asesinatos y otros delitos, tiene credibilidad.
La economía no crece y no crece. Los mercados laborales disminuyen. El ingreso per cápita de los mexicanos disminuye. Y también se ha reducido sus expectativas de años por vivir. Y las inversiones públicas y privadas. Y la capacidad de endeudamiento, mientras PEMEX sigue quebrada, se le regala petróleo a Cuba y sigue el tráfico del huachicol y por consiguiente los desfalcos en impuestos. Y mientras la corrupción crece, se hacen escándalos públicos/privados con empresarios ligados al crimen organizado y al tráfico de armas y de huachicol como ha sido el caso del triunfo fraudulento del concurso Miss Universo. Pobreza, falta de ética y moral pública, asesinatos y desapariciones diarias, deshonra nacional e internacional. ¿Quién puede sentir amor por México si no solo vivimos rodeados de problemas sino de enormes incapacidades para resolverlos de parte del gobierno?
Ahora no fue la Generación Z, ni la diversidad de ciudadanos en todo el país. los que protestaron por los inaguantables índices de criminalidad. Fueron los transportistas que arriesgan su vida por culpa de los asaltantes, incluidas las autoridades. Bloquearon las arterias por donde circula la mayor cantidad de mercancías del país. Mercancías que una vez robadas, se venden a plena luz del día en calles, mercados, plazas. Y también protestaron los campesinos y ganaderos por el trato injusto que reciben de parte de las autoridades, sea porque no reciben subsidios, que en todos los demás países reciben los trabajadores del campo de sus gobiernos. O por la nueva ley de aguas nacionales que resulta disfuncional e introduce castigos fuera de toda lógica por el uso del agua.
La incapacidad manifiesta de la presidente Sheinbaum para resolver conflictos quedó expuesta por ella misma en sus conferencias al tratar con desdén y desprestigiando a los jóvenes manifestantes del 15N. La titular del ejecutivo carece de empatía hacia las personas que le reclaman justicia, y pretende castigarlos. Y pues López Obrador habrá dejado todo atado y muy bien atado, pero su sucesora recuerda a Arias Navarro, primer sucesor de Francisco Franco, que no pudo conducir la herencia y fue calificado por el rey Juan Carlos I como un <<desastre sin paliativos>>. Así es Claudia, la heredera autoritaria en México.