Por Uriel Flores Aguayo
Xalapa tiene fama de ver circular por sus calles un mayor número de autos, en promedio, de los que andan en ciudades similares de México. Habrá que confirmarlo. Algo tiene que ver el pésimo transporte público local: caminas o te endeudas con un coche.
Todos los días una población enorme se traslada en autobuses públicos. Es una realidad cotidiana que atrae poca atención de autoridades y políticos. No les interesa o son parte del encubrimiento. Solo un sistema turbio puede explicar que funcione un servicio mal organizado, con muchos autobuses en mal estado y que exponga la seguridad de los usuarios. Es corrupción por donde se le vea. Es una manera fácil y en efectivo de recolectar recursos cuya escalera en ascenso es de pronóstico reservado.
No es lógico que aparezcan a cada rato más y más autobuses y combis, saturando las calles y complicando la circulación vehicular. No es lógico ni legal que se permita el empleo de más combis. No es lógico que circulen autobuses chatarra o de importación que utilizaban para el transporte escolar en EEUU. No es lógico que no cuenten con instalaciones terminales. No es lógico que las rutas y paradas las decidan funcionarios ajenos a Xalapa. No es lógico que salgan taxis colectivos de diferentes puntos de la ciudad. No es lógico que las paradas de los autobuses estén ocupadas por taxis. No es lógico todo eso. Y lo que no suena lógico suena a metálico.
Es una afrenta para los xalapeños y un peligro que en plena capital del Estado contemos con un transporte público de tercera. Afortunadamente se suprimió el delictivo negocio de las grúas. Padeciendo el desorden y los atascos uno puede cuestionarse si existe personal de Tránsito, que brillan por su ausencia.
Sería sano y útil que el control del transporte pasara a manos del Ayuntamiento, como autoridad electa y cercana estaría pendiente de que sea un servicio decente. Que así fuera en lo operativo, sin meterse en lo de concesiones.
No deberían hablar de cambios y transformaciones mientras toleran un pésimo servicio de transporte público. Es algo curioso y hasta ofensivo oír discursos grandilocuentes sobre humanismo y revolución de conciencias mientras se permite que las jóvenes y estudiantes en general, mujeres adultas y trabajadores tengan que rezar para que no acaben untados en las chatarras con las que vuelan cafres del volante. Por supuesto hay excepciones, una de las cuales son los autobuses verdes y los de la cooperativa del servicio urbano que, por tradición, cuidan su nombre y el servicio que prestan.
Habrá que volver a este tema constantemente, darle la centralidad que requiere, hasta que se logre una política pública correspondiente.
Recadito: las comparecencias se volvieron compadecencias.