Un llamado de atención que no será
Por Javier Solórzano Zinser
No tiene sentido que el Gobierno minimice las manifestaciones del sábado en todo el país. Que Morena lo haga es parte de la política partidista de confrontación contra aquello que vaya en contra del Gobierno, pero que lo haga el Gobierno lo lleva a la insensibilidad en su gobernabilidad.
En la CDMX de nuevo se suscitaron hechos violentos en el final de la manifestación. Ha sido una constante en las últimas marchas, sin importar cuáles sean sus demandas, que grupos violentos se infiltren y provoquen para generar el caos, lo cual se convierte en lo destacado de la manifestación.
Lo que pasó el sábado se veía venir y no había manera de frenarlo por más que los manifestantes trataran de distanciarse de los violentos. El Gobierno de la ciudad sigue sin identificar a quienes desatan la violencia, la cual cada vez se agudizaba más.
Mientras se sigan presentando estos hechos se vulnera el derecho a manifestarse, a la pluralidad y la democracia, porque se pierde el sentido de las demandas ciudadanas, las cuales dejan de ser atendidas por los gobiernos locales y federal.
Veremos qué plantea hoy la Presidenta. No basta que diga que está contra la violencia. Lo sucedido el sábado la obliga a atender lo que miles de ciudadanos, probablemente millones, manifestaron respecto a los problemas de seguridad, de salud y de un conjunto de elementos que están siendo un problema fundamental para muchas personas.
Atender lo que se demanda es ejercer la gobernabilidad. No hacerlo es enconcharse y de nuevo partir de que la sociedad se divide entre buenos y puros y malos que terminan por ser de derecha, conservadores y neoliberales como si esto fuera una razón para no atender sus planteamientos. No tiene sentido seguir en la máxima de estás conmigo o estás contra mí, el costo de esto ha sido y es muy caro.
La manifestación debiera ser un punto de partida entre la Presidenta y aquellos y aquellas que tienen perspectivas diferentes. Es un momento para atender los muchos problemas que tiene el Gobierno.
Minimizar convierte la marcha en intrascendente y debe reconocerse que no lo es. Podrán decir que fueron 17 mil los manifestantes, muy a la manera del Gobierno de la CDMX, pero es claro que no fue así. Lo importante tiene que ver, ciertamente, con el gran número de personas que salieron a las calles en el país, pero tiene que ver también con lo que hay de fondo en la marcha, lo cual con protesta o sin ella no deja de existir.
La confrontación es ya una forma de vida y puede llevarnos a caminos sin regreso, lo cual podría colocarnos en escenarios inéditos definidos por la violencia. La protesta tiene que ver con la normalización que hemos venido haciendo de la violencia cotidiana y la incapacidad para frenarla, o al menos atemperarla.
El Gobierno debe considerarlo como eje de la sociedad, y es quien debe buscar salidas de la mano de los ciudadanos en su conjunto, y no solamente de aquellos que son parte de su proyecto político.
Quedó claro que los manifestantes salieron a las calles más con encono que con elementos de organización. Al final no hubo posturas que pudieran ser ocasión para entender el objetivo.
Lo importante fue salir a la calle y manifestarse sin que hubiera una cohesión interna entre los manifestantes. Los movió el enojo y la rabia. Quizá como un primer paso sea positivo, pero se requiere de algo más que eso.
Es cierto que hubo excesos. No tiene sentido pensar en la salida de la Presidenta, pero sí lo tiene la revocación de mandato de varios gobernadores.
Fue, ciertamente, un sábado inquietante. Tiene que servirnos de algo. El Gobierno debe tener una lectura democrática de lo sucedido, porque fue un llamado de atención, aunque al final no se quiera reconocer.