Por Francisco Montfort Guillén
“Las decepciones de las dos presidencias panistas, agravadas por el desastroso regreso del PRI al poder en 2012, provocaron el ‘vómito social’ de las elecciones de 2018 y la indiferencia frente a la evolución iniciada por Andrés Manuel López Obrador”, afirma Jean Meyer en su artículo ¿Cuál república? (11/09/2025, El Universal)
La sentencia tiene aspectos de verosimilitud. Por un lado, podría decirse que una mayoría de los votantes estaba más contenta con el régimen de un solo partido, al que aguantó por casi tres cuartos de siglo, y deseaba regresar a él. O, por otra parte, que esa mayoría estaba intoxicada de las exigencias que impone la democracia y, confundiendo entre lo que es posible esperar de la democracia y lo que debe exigirse al desarrollo, vomitó electoralmente por la intoxicación de exigencias democráticas sin recibir el alimento necesario de parte del desarrollo, que es un proceso diferente, distinto. Y con sus votos de enojo, tiró al niño junto con la bañera. Ahora no tenemos democracia y tampoco tendremos desarrollo.
Igual que la división de poderes y el Estado de derecho, que no son factores producidos por la democracia, sino que le anteceden, igual sucede con el nacimiento y la relativa autonomía del Estado de derecho respecto de la democracia. China lleva un largo periodo de desarrollo económico que le ha permitido crear una clase media de 500 millones de seres humanos. Y las historias de los Tigres de Asia son similares: primero pusieron orden con el Estado de derecho, sentaron las bases educativas de su población, y después generaron actividades económicas productivas con base en regímenes cuasi autoritarios o muy poco democráticos.
A mi entender, lo que deseaba la sociedad mexicana, desde antes de la elección de 2018 (propiamente con la elección de Enrique Peña Nieto) era mayor crecimiento económico, más empleo, más universidades, mejor calidad en los servicios públicos. Y esta oferta no la puede hacer la democracia sin más. Las benevolencias democráticas para sostenerse en el tiempo exigen de un Estado altamente competitivo y de un proceso de desarrollo endógeno sostenible. Ninguna de estas dos condiciones ofrece Morena al país.
Autores que han pensado la democracia fuera del ámbito estrictamente político, como Alexis de Tocqueville han mostrado preocupación por la presencia de masas ignorantes como sostén de una democracia pujante. El teórico francés pensaba en la conducción de una sociedad por una aristocracia y una clase media educada que cerrara el paso a los demagogos que generan sus apoyos entre aquellas masas. Digamos que sí existe una fuerte correlación, aunque no causalidad, entre la democracia y los niveles educativos de las poblaciones para que se sostengan mutuamente durante largos períodos de tiempo.
En este último escenario cabe hacer referencia a la famosa Paradoja de la tolerancia de Karl Popper, sobre cómo las sociedades democráticas pueden autoprotegerse sin renunciar a sus valores. Se trata de equilibrar, precisamente, dos valores: la tolerancia como principio y la autodefensa de la democracia. Su interrogante, que conjuga cuestiones políticas, sociales y éticas nace precisamente cuando constata que el fascismo se introdujo sin dar golpe de Estado, sino por la vía democrática y utilizando las instituciones de este régimen para después subvertirlo y terminar con la democracia en una sociedad como la alemana, con una sociedad y una cultura de altos niveles educativos y creativos.
Evitar que el pluralismo y las instituciones democráticas, como la libertad, den cabida a discursos de odio, de división social y política, de revanchismos, de venganzas por cuestiones ideológicas destruyendo así las instituciones que les permitieron llegar al poder es una cuestión central que nos exige muchas reflexiones para impedir que lleguen al poder. Por eso la tolerancia no debe ser considerada como un valor absoluto sino condicional, sino, sobre todo, debe ser normativa, con reglas claras y quienes rechazan esas normas, deben ser excluidos del juego político.
Es difícil normar la tolerancia porque existe el peligro de caer en la intolerancia. Por eso la primera defensa es mantener a toda costa el pluralismo y excluir los discursos de quienes hablan exclusivamente a nombre del pueblo (ya sea el pueblo sajón, o el pueblo bueno). Junto con el mantenimiento del pluralismo debe estar la práctica incesante del diálogo para tratar de conjurar esa amenaza que inicia la exclusión entre quienes son parte del pueblo bueno y quiénes no lo son.
Una sociedad tolerante que soporta la intolerancia va camino de su propia destrucción, (Karl Popper. La paradoja de la tolerancia. Don Filósofo Instantáneo, Youtube.com/@don.filosofo. La referencia se la debo al maestro Sergio Ranero) porque el grupo que sostiene el discurso de la diferenciación /superioridad, cuando llega al poder, hará todo lo posible por destruir a quienes, según sus criterios, no son como ellos (Neoliberales, conservadores, derechistas, carroñeros). Y ya en el poder aflorarán la intransigencia, la intolerancia en acciones concretas que rompen con el pluralismo, el diálogo y las libertades.
El vómito electoral de 2018 no sacó del cuerpo social mexicano los microbios fascistas que le hacían daño. Al contrario: permitió que las ideas extremistas, nacionalistas se introdujeran en el seno mismo de las instituciones de la libertad y la tolerancia y destruyeran el Estado de derecho, el Poder Judicial, los organismos autónomos, el Poder Legislativo.
Para reconstruir la democracia en México requerimos pensar en normas que prevengan contra los males que la destruyen. Porque ya ahorita no vivimos sólo proclamas en la plaza pública. Ya tenemos actitudes y acciones que están desmoronando lo poco que queda de un régimen democrático. Las actitudes de la señora presidente Sheinbaum son el mejor ejemplo del discurso de la intolerancia que se replica en otros espacios, como en Veracruz, con su gobernadora. Y si añadimos el poder militar, policíaco y gansteril que sostiene a este régimen ya podemos hacer un balance de lo que costó a la sociedad mexicana la tolerancia, por tantos años, de la actividad política de Andrés Manuel López Obrador.
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