Unos extraterrestres conocidos

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Por Darío Fritz

Quiso la coincidencia que los astros se alinearan con la diferencia de una semana y la ficción adoptara un pretendido rastro de realidad. Uno, que no se anda con creencias esotéricas, ni las religiosas ni las nacidas de la especulación sin pruebas, las conjuntó por aquello de si por las dudas. Vince Gilligan puede decirse que es el imán. El guionista célebre de Breaking Bad y Better Call Saul, nos atornilló al sillón en el debut de Pluribus (Apple Tv) para adentrarnos desde el inicio en el debate de un puñado de científicos que creen hallar en unas señales en clave Morse el envío de mensajes extraterrestres desde una estación espacial del tamaño de toda África para condensar tanta energía. Luego, las cosas comienzan a decantarse con muertes y parálisis masivas de personas que de repente saltan del individualismo a la solidaridad, de la maldad a la bondad, que militan en la felicidad y cualquier acto de odio y hostilidad los pone a sacudir como epilépticos. Y donde un puñado de sobrevivientes intenta salvar a la humanidad –contradictoriamente– de la felicidad, encabezados por la agridulce y estupenda Rhea Seehorn.

Pero una semana después a que Gilligan nos dijera que la ciencia ficción puede retratar de otro modo el supuesto mundo tenebroso de las invasiones extraterrestres –cuando parecía que todo estaba dicho–, otros científicos –estos sí terrenales– concluían después de revisar la señal de un telescopio de radio sudafricano de 64 antenas muy parecidas a los de Pluribus, que un objeto interestelar conocido como 31/ATLAS, detectado en julio pasado, era en realidad la existencia de hielo en el viaje de un cometa. Nada anormal como quisieron especular algunos al mejor estilo maussaniano.

El arte de Gilligan trata de ponernos contra la pared como si invirtiéramos de lugar los polos de la Tierra. Es difícil de encontrarlos en televisión (David Chase por Los Soprano, Will Smith en Slow Horses, Charlie Broker, creador de Black Mirror y la satírica y maravillosa Philomena Cunk).  ¿Cómo se vería el mundo si camináramos sobre las manos?, parecen preguntarnos. ¿Hay lugar para los buenos?, nos dice Gilligan. Y no es que se trate de miradas negativas de una humanidad que supuestamente cae a pedazos, como a esos amigos o parientes algo tóxicos a los que rechazamos ver porque abruman con sus quejas de la vida.

Cuando el arte nos ata a la mirada aturdida frente a una pintura o las pantallas de series y películas, así como nos embelesa con la narrativa de un libro, cumple su cometido de hacernos ver lo que la realidad se empecina en escondernos, y no siempre nos tomamos la pausa para interpretarla. Que hay miserables, como dice Gilligan, intentando y logrando hacernos la vida desdichada. Que bien y maldad conviven en una línea muy difusa. Que la bondad, la solidaridad y la palabra empeñada suenan más a subversión. Que la justicia se resuelve con la imposición del matón. Que hay empresas y gobiernos que te venden su responsabilidad con el cuidado por el medio ambiente y tras bambalinas hacen lo contrario. Que las teorías extravagantes, llámese el veneno de las vacunas, el anarcocapitalismo, el migrante terrorista, las terapias de conversión de homosexuales, la extorsión aceptada para sobrevivir, el dinero sucio para sostener economías, la democracia reconvertida en autocracia, prenden como chispa cuando la información se oculta.

Los extraterrestres andan por aquí, acaban de decirnos. No hay que buscarlos tan lejos. Su poder linda con lo inevitable. Y su capacidad de daño con la permanencia. No vienen de Marte ni de galaxias desconocidas. A veces hay que resistir hasta contra aquello que buscamos afanosamente, como la felicidad, apropiada por los miserables, hecha a su medida que no es la de todos, tal cual da cuenta Pluribus. “Muchos”, el significado en latín de la palabra que da lugar al título de la serie es premonitorio. Tiene que ver con el mensaje de respuesta, la unión imprescindible, la opción a esos extraterrestres de carne y hueso.