Quebradero

Share

El pasado

 

Por Javier Solórzano Zinser

Cada vez va adquiriendo menos sentido señalar al pasado como el eje de todos nuestros males presentes.

Bajo la narrativa de que se necesita de tiempo para revertir todo lo que ha pasado a lo largo de años que nos ha hecho tanto daño, este gobierno y el anterior siguen colocando al pasado como su argumento para explicarse.

No se pasa por alto que el país vivió a lo largo de varios años una gobernabilidad que nos colocó en muchos casos contra la pared. Sin embargo, negar que también durante dichos años se crearon instituciones que hoy están borrando de un plumazo no tiene mucho sentido. Esas instituciones nos fortalecieron en los ámbitos de la libertad, la democracia, la pluralidad y la rendición de cuentas.

El balance en este sentido es desigual. Pero creó entre nosotros una nueva cultura y una forma distinta de ver las cosas, lo que incluye todo el terreno de los derechos humanos y una mirada distinta del rol de las mujeres. Estamos todavía lejos de que los roles de la mujer en la sociedad sean diferentes, pero el tema poco a poco va siendo parte de nosotros.

El valor del triunfo de López Obrador se sitúa bajo una dualidad. Por un lado, la fuerza de un candidato que a lo largo del tiempo logró consolidar su imagen en medio de una gran empatía de la sociedad. Por otro lado, está un factor de enorme relevancia. Su triunfo vale porque teníamos instituciones sólidas que permitieron el desarrollo de un proceso electoral con pocos cuestionamientos, los cuales le otorgaron una plena legitimidad.

A pesar de muchos elementos que en el pasado nos fortalecieron, incluso a la actual clase gobernante, no va a haber manera de que se le conceda un valor con todo y que terminen repitiendo fórmulas, modelos y narrativas de ese pasado. El gran problema que hemos tenido desde 2018 es que pareciera que la vida del país empezó a partir de ese momento, y que todo lo que se había hecho antes no tenía valor alguno.

A los morenistas se les ha olvidado hasta quiénes eran en el pasado. Buena parte de ellos pasaron por el PRI, pero como se ha dicho en innumerables ocasiones, con que se entregaran a López Obrador y éste les otorgara la bendición, parecía y pareciera que auténticamente todos sus pecados se les perdonaban.

En Michoacán el tema del pasado es de enorme importancia. La razón más importante es que pasaron muchas cosas en el estado que fueron responsabilidad de gobernantes que eran del PRD y hoy son de Morena. Como un hecho para no olvidar, recordemos cómo el medio hermano de un gobernador fue metido en la cajuela de un auto a San Lázaro para que pudiera tomar posesión como diputado. De Julio César Godoy no se sabe absolutamente nada, tomó posesión y desapareció; estamos hablando de hace al menos 15 años.

Nunca se supo exactamente qué fue de un personaje que se aseguraba tenía nexos directos con la delincuencia organizada. Todo indica que, al final, resultó conveniente que no se supiera de él, más de alguno le ayudó a lavarse las manos.

Ese pasado que compete directamente a la gobernabilidad de la llamada izquierda en Michoacán es el que también deben explicarnos. Tienen que informar a qué se debe que la situación en el estado haya terminado por agudizarse, lo cual ha venido dejando a los ciudadanos a la intemperie en medio del paulatino dominio de diferentes organizaciones delincuenciales.

Michoacán no ha dejado de ser un hervidero a lo largo de todos estos años. Se han instrumentado planes de seguridad y justicia en cuatro ocasiones para volver al final al lugar de origen.

Para tener un plan diferente se requiere del concurso de los ciudadanos. Sin ellos de nuevo nos rodeará el fracaso, la violencia y se repartirán culpas en donde se señalará al pasado que hoy es el presente.

RESQUICIOS.

Se confirmó que el asesino de Carlos Manzo tenía 17 años. Su familia asegura que desapareció hace una semana y que sabían que “se drogaba”. No es un caso único. En dónde andarán en éste nuestro país miles de jóvenes de 17 años.