Quebradero

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Escuchen antes de descalificar

 

Por Javier Solórzano Zinser

Las manifestaciones en los últimos años, junto con el involucramiento de los jóvenes en la delincuencia organizada, nos muestran nuevos parámetros que están rompiendo equilibrios generacionales bajo los cuales habíamos vivido.

Se ha venido dando un rompimiento que obliga a una mirada integral y un entendimiento sobre cuáles están siendo los resortes que mueven a los jóvenes.

Es cierto que resulta difícil de entender el porqué en manifestaciones recientes, pensemos en la del 2 de octubre, se presentaron hechos de violencia que pareciera que no tienen lógica.

Prevalecen las explicaciones en que se habla de infiltrados o de opositores al Gobierno que buscan atacarlo, o que quieren la represión para evidenciar el espíritu de la clase gobernante. Se llega a hablar de campañas, de infiltrados y de partidos opositores, como si esto pudiera ser la única causa y no estuviera de por medio también una forma de ver las cosas entre los jóvenes que demuestran con sus actos rompimientos importantes contra lo que han vivido a lo largo de su joven vida.

Atacar monumentos, edificios, centros comerciales, si bien en algunos casos puede pasar con razón por hechos vandálicos, se debe considerar también la posibilidad de expresiones contestatarias, por más difícil que pueda ser entenderlas y aceptarlas.

El discurso oficial se dirige a defender al Gobierno para pasar a la contraofensiva tratando de encontrar elementos externos a las manifestaciones más que pensar en lo que quieren decir los jóvenes con sus actos.

La manifestación del 8 de marzo de 2019 mostró una cara inédita. El gobierno de López Obrador en lugar de intentar al menos entender lo que había de fondo, cerró el Zócalo y no tuvo diálogo alguno con los grupos de manifestantes, entre los cuales había una gran cantidad de colectivos de todo signo.

Seguir bajo la idea de que las manifestaciones tienen infiltrados, violentos, partidos opositores, provocadores y que, en el fondo, lo que buscan es crear una campaña para atacarlo, lugar común de este gobierno, es dejar a un lado el sentido de la protesta, la rabia, la indignación y expresión de los manifestantes.

Hablamos fundamentalmente de las manifestaciones de jóvenes a los cuales el gobierno no les concede la posibilidad de que tengan sus propias demandas y su manera crítica de ver las cosas.

La vida de los jóvenes es distinta a lo que pasaba al menos hace 20 años. Muchas cosas inéditas les han tocado vivir, las cuales no les resultan atractivas y, sobre todo, no responden a sus expectativas. Vamos entrando de manera inexorable a un cuestionamiento profundo sobre el valor que tiene la educación. Si no se le da un giro a este fundamental proceso, seguiremos teniendo una gran cantidad de deserciones, más allá de las que provocó la pandemia.

Las cosas que para los jóvenes eran importantes hace 20 años, han dejado de tenerlas.

A esto, sumemos que las sociedades no ofrecen alternativas en sus vidas. Todo les resulta complicado e insatisfactorio, desde conseguir empleo hasta integrarse a la sociedad en su conjunto.

Es un enigma lo que puede pasar con la manifestación del 15 de noviembre convocada por lo que se conoce como la generación X. No tiene sentido descalificarla de antemano como parte de la derecha que perdió sus privilegios o como una campaña contra el gobierno, sin que hagan el más mínimo análisis para tratar de entender lo que pasa.

Creer que detrás de las manifestaciones estudiantiles en Michoacán existe una campaña para atacar a Morena, es perder de vista lo que está pasando en el estado y en el país y lo que están viviendo los jóvenes; mejor escuchen en lugar de descalificar

RESQUICIOS.

Tres mujeres dieron muestra de lo que va siendo un cambio en el país. La representante de México en el concurso de Miss Universo hizo valer su voz; la Presidenta presentó una demanda por acoso que debe tener repercusiones nacionales y Grecia Quiroz asume el reto de ser presidenta municipal de Uruapan.