Una de las herencias
Por Javier Solórzano Zinser
Son varias las herencias de López Obrador. Desde el oficialismo todo lleva a hacer ver que el país es otro gracias al expresidente.
Por si hubiera dudas, la Presidenta acaba de presentar un libro en donde la portada define y determina la herencia. Las cosas no han cambiado ni van a cambiar. La Presidenta lo ha dicho en innumerables ocasiones.
Más allá de la cercanía personal con el tabasqueño, existe una identidad real que se aprecia en la gobernabilidad cotidiana. La cercanía está establecida a través de un proyecto político coincidente y que ha sido desarrollado también por la actual mandataria.
Es cierto que hay muchas cosas que han ido adquiriendo una dimensión distinta para buena parte de la población en función de la gobernabilidad de la pasada administración y de la actual. Sin embargo, el país tiene muchas adversidades que, si bien se reconoce que necesitan tiempo para revertirse, también es cierto que muchos de los proyectos de la actual gobernabilidad están enquistando problemas, siendo que muchos de ellos forman parte de la herencia lopezobradorista.
Difícilmente se planteará algo crítico en este sentido por parte del oficialismo. De hecho, cada vez que se menciona el tema de inmediato surgen voces críticas en defensa del expresidente, incluso cuando se habla de rompimientos respecto a estrategias pasadas y se defienden más a través de una contraofensiva que con argumentos.
A pesar de que cada vez se habla menos de abrazos no balazos, cuando se hace se asegura que la estrategia sigue vigente, porque se va a las causas de la violencia, lo cual, por más vueltas que le den, ha pasado a una etapa en donde se dejan atrás los abrazos para dar lugar a las acciones fundadas en los servicios de inteligencia y los balazos.
Una de las herencias que se van a mantener durante un buen tiempo tiene que ver con el tema de la aviación y los aeropuertos. El expresidente tomó decisiones más por razones de carácter personal que estratégicas. El ejemplo evidente de ello fue la consulta claramente discrecional para justificar la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
Sus dichos sobre la corrupción en la obra nunca fueron probados y además seguimos pagando la deuda. El enorme predio se ha ido convirtiendo en un elefante blanco, por más que quieran presumir que se ha convertido en un gran lago. Las cosas han llegado a tal grado que ahora algunas personas han ido invadiendo la zona.
Lo sucedido de nuevo adquiere actualidad por la decisión de EU de revocar todos los vuelos desde el AIFA. La decisión se fundamenta en una suerte de castigo, porque se acusa de deslealtad en la relación bilateral con algunas líneas aéreas estadounidenses; la medida se aplicará dentro de tres meses, lo que deberá dar tiempo a las líneas aéreas nacionales de organizarse.
Ésta no es la única razón. La decisión tiene que ver también con lo que López Obrador decidió en 2022 al enviar el transporte de carga aérea al AIFA. Todo se hizo de manera rápida y a los transportistas no les quedó de otra, lo hacían o se quedaban sin poder mover su mercancía.
Lo que está pasando, es que, a pesar de lo que diga la Presidenta, el tema nunca se resolvió. Colocaron a los transportistas contra la pared sin que pudieran oponerse, porque, a pesar de los grandes problemas que iban a enfrentar, no podían dejar el gran mercado que significa México, como destino y como punto de partida para la exportación.
El problema nos coloca de nuevo en el origen. Si Texcoco era un grito a la corrupción, bien se pudo rehacer el proyecto para que tuviéramos una alternativa cercana al aeropuerto de la CDMX y de sus terminales 1 y 2.
Es una herencia que a nadie benefició, empezando por nuestro propio país.
RESQUICIOS.
Hemos escuchado varios testimonios sobre la pesadilla que vivió mucha gente por los paros de los productores y trabajadores del campo. Muchas personas se quedaron abandonadas a su suerte sin que nadie les auxiliara o informara.