Desesperados

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Por Miguel Casillas

Desesperados, nerviosos e iracundos, los funcionarios actuales de la Universidad personifican los estertores de una administración que se desmorona por falta de legitimidad, por su arrogancia y por su incompetencia.

Esta generación de funcionarios no sólo ha sido la responsable de la condición anómica de la Universidad, sino de la peor crisis institucional de la que se tenga memoria. Durante cuatro años contemplaron el deterioro, fueron incapaces de generar las reformas necesarias y de cumplir con sus compromisos: no hubo liderazgo académico. Contribuyeron a la pérdida de institucionalidad, cerraron arbitrariamente un centro de investigación, violaron los derechos humanos, dañaron el patrimonio con el fraude académico de las aulas híbridas y con el subejercicio presupuestal; fueron incapaces de defender el presupuesto de la Universidad. Nunca arreglaron los sistemas de información. Durante su gestión la Universidad perdió dinamismo, presencia social y académica, no se actualizó nada del MEIF, la conducción del posgrado fue un desastre, no hubo políticas de investigación, la difusión cultural tuvo un comportamiento inercial, la vinculación fue inocua y no se avanzó en la descentralización y el fortalecimiento académico de las regiones.

Estos funcionarios cedieron toda su dignidad al apoyar la imposición arbitraria de la prórroga, al guardar silencio y ser omisos ante la transgresión de la legalidad. Han sido cómplices de la ruptura del orden legal universitario. Han actuado como comparsas de la imposición, se han comportado como empleados subordinados de un autócrata.

Los funcionarios del régimen espurio han prorrogado sus posiciones y permanecido en el hueso, participando de la ilegalidad y la imposición. Son ahora los defensores del reino. Han echado mano de todo contra el movimiento universitario que se opone a la prórroga: fotos y nombres, amenazas, castigos y sanciones, discursos airados y descalificaciones, han pagado bots y chayotazos a seudoperiodistas, han revivido a personajes olvidados, han recurrido al rumor, al descrédito, han minimizado a la oposición magisterial, satanizado al movimiento estudiantil, han ignorado a los juristas más prestigiosos de la Universidad, han hecho oídos sordos a los ex integrantes de la Junta de Gobierno, han despreciado la opinión de los más prestigiosos académicos de la Universidad, han desdeñado la opinión y la experiencia de cuatro ex rectores, han desestimado a la opinión pública veracruzana y nacional que condena la prórroga y la ilegalidad. Como cadeneros de antro, se opusieron al diálogo con los estudiantes y les cerraron la puerta de la rectoría en la cara.

Incompetentes y desidiosos, estos funcionarios fueron indolentes frente a la tragedia de las lluvias extraordinarias en el norte del estado, actuaron tarde y con negligencia, los comunicados de suspensión de actividades fueron publicados por las noches en cada día, de modo irresponsable realizaron en Poza Rica el informe de la vicerrectoría y un foro de apoyo al rector espurio en medio de la tragedia. Nadie alertó sobre el riesgo de inundación y nadie llamó a la evacuación de las viviendas en riesgo. Hasta ahora se sabe del lamentable fallecimiento de una estudiante de la UV, pero es incierto el número de profesores, estudiantes y trabajadores heridos y damnificados. Estos funcionarios son hoy el objeto de la inconformidad estudiantil, de la exigencia de responsabilidades y sanciones.

La más grande manifestación estudiantil universitaria en la historia de Veracruz no puede ser ignorada; tampoco las marchas de profesores y las manifestaciones frente a la rectoría, las oficinas de la Junta de Gobierno, el palacio legislativo y los tribunales del poder judicial. El paro estudiantil se extiende por muchas facultades y el diálogo simulado enfrenta el descrédito estudiantil: nadie cree en sus vanas promesas. La lucha pacífica de los universitarios contra la arbitrariedad y en defensa de la legalidad sigue vigorosa y mantiene el respaldo de la sociedad civil.

Mientras que el movimiento contra la prórroga y en defensa de la Universidad crece y se fortalece, el régimen del rector espurio agoniza y con él se hunden en el fango del descrédito los funcionarios de su administración. El interés por el bono, la compensación, las prestaciones y el poder de un hueso los mantiene aferrados a sus posiciones. Ignoran el repudio generalizado de la comunidad y el desprecio de sus colegas, no tienen vergüenza para seguir cobrando y para hablar en nombre de una universidad a la que han traicionado.

Más temprano que tarde el rector espurio habrá de renunciar o será destituido, y con él se irán al basurero de la historia todos aquellos que maltrataron a la comunidad, que satanizaron y trataron de reprimir al movimiento en defensa de la legalidad y la dignidad universitaria.