Independencia, derechos del hombre y Sentimientos de la Nación

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Por Carlos Tercero

La reciente visita de la Presidenta Sheinbaum a Cuernavaca, coincidió con el 260 aniversario del natalicio del Generalísimo José María Morelos y Pavón; en su discurso, hizo referencia a la vigencia de uno de los postulados más sensibles de los Sentimientos de la Nación, previsto a moderar la opulencia y la indigencia, es decir, disminuir la brecha entre quienes tienen todo y aquellos que carecen de lo más elemental. A pesar de la polarización que vive el país, si hay un precepto que obliga al consenso en los últimos años, es sin duda que, por el bien de todos, primero los pobres.

Por su impacto en la posteridad, vale la pena hacer un recorrido histórico e intentar acercarse al momento precursor de la inspiración de Morelos. Cuando en 1789 la Asamblea Nacional de Francia aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, difícilmente pudieron haber considerado que se estaba dando forma a un nuevo orden político que trascendería sus fronteras. La idea de que los hombres nacen libres e iguales, de que la soberanía reside en el pueblo y no en un monarca, contagió al resto del mundo de un sentimiento humanitario, libertario e independentista con la fuerza de palabras que viajaron con vientos revolucionarios llegando tan lejos como la Nueva España, donde criollos, clérigos e insurgentes buscaban el lenguaje que lograra expresar el ánimo de ruptura al yugo de la monarquía española y entre ellos, Morelos, cuya agudeza política tradujo esa retórica universal en un programa insurgente concreto, bajo el título “Sentimientos de la Nación”, en el que se perciben ecos de la Declaración francesa: la igualdad legal, la eliminación de privilegios de sangre y casta, la soberanía nacional como principio rector, pero también aunque de manera indirecta, se encuentran palabras de otro documento fundacional: la Declaración de Independencia de Estados Unidos, redactada previamente en 1776 por Thomas Jefferson, en la que proclamaba que “todos los hombres son creados iguales” y que los gobiernos derivan su legitimidad del consentimiento de los gobernados. La influencia y encuentro de las corrientes de pensamiento francesas en Jefferson no son casualidad, posterior a ser testigo y actor de la Revolución Americana, en 1785 sustituyó a Benjamin Franklin como ministro plenipotenciario en París, justo en los años en que comenzaba a gestarse la Revolución Francesa.

Es así que, aunque no se puede precisar que Morelos haya leído directamente a Jefferson, es fácil inferir que aquel clima intelectual influyó en el modo en que él y otros insurgentes concebían la nación y lo que Estados Unidos había hecho al romper con la corona británica, ofreció un ejemplo tangible: la independencia no era una utopía, sino un proyecto político, una transformación posible, respaldada por principios que se tornaban universales y, Morelos supo conciliar esas ideas con su propio entorno; mientras Jefferson hablaba de la felicidad del pueblo y de sus derechos inalienables, Morelos pedía acabar con las distinciones de castas, reducir la desigualdad y construir un orden basado en la justicia; mientras los revolucionarios franceses proclamaron la “libertad, igualdad y fraternidad”, Morelos exigía que “la soberanía dimana del pueblo” y que “se quitara la esclavitud para siempre”. En estos tres casos se trató de transformaciones históricas que perfilaron un nuevo orden mundial.

Morelos se apropió creativamente de las corrientes de pensamiento de su época y las convirtió en motor de la insurgencia. Su texto de 1813, no es una reedición de la Declaración francesa ni de la americana, sino una adaptación que respondía a las urgencias de la Nueva España: romper con los privilegios coloniales, cuestionar la jerarquía racial y abrir paso al mandato popular.

La Declaración de Independencia norteamericana influyó en la francesa; la francesa, a su vez, inspiró a líderes insurgentes en América Latina; y de ese cruce surgieron textos como los Sentimientos de la Nación. Con ello se fue construyendo un lenguaje político común que redefinió la relación entre pueblo, poder y derechos. Cada escrito respondió a su propio contexto y momento histórico, abriendo el camino para cambiar la forma de entender la autoridad, la justicia y la libertad, dispuestas a conquistar nuevos derechos.

 

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