Quebradero

Share

¿Incorruptibles?

 

Por Javier Solórzano Zinser

Una de las razones que planteó López Obrador sobre la relevancia que tenía que las Fuerzas Armadas estuvieran en todos los ámbitos de gobierno fue que eran “incorruptibles”.

Poco importó si estaban capacitadas para ello. Nunca hubo una manifestación abierta por parte de ellas, porque obedecen al jefe del Ejecutivo y a sus mandos inmediatos.

De repente se colocó a los soldados y a los marinos en cargos en áreas en que no queda claro si estaban capacitados para ello. Algo similar sucedió cuando Felipe Calderón mandó a la calle a los soldados en un acto con tintes de desesperación por la violencia en el país.

La experiencia fue problemática. Las Fuerzas Armadas actuaron acorde a su formación, conocimiento y experiencia. Se vieron en muchos momentos comprometidas, lo que llevó a severas críticas. No hay duda del papel tan importante que de suyo juegan las Fuerzas Armadas y más ante el estado de las cosas en el país.

Ha sido largo el camino y los militares han tenido que aprender muchas cosas que no estaban en su formación. El tema de los derechos humanos en los primeros años fue fundamental. Aparecieron muchas denuncias de ciudadanos que se vieron afectados por la acción militar sin que tuvieran nada que ver con el objetivo central que era y son los delincuentes.

Como están las cosas, no había ni hay manera de regresar a las Fuerzas Armadas a los cuarteles. Se convirtieron en nuestra última puerta para defender a la ciudadanía y atacar a la delincuencia organizada que es el gran problema cotidiano en buena parte del país.

López Obrador se enredó como candidato con el tema. Todo lo que planteaba era asumido como la verdad y como política de gobierno en cuanto ganara. Repitió en innumerables ocasiones que regresaría a las Fuerzas Armadas a los cuarteles, lo cual quedó claro que no iba a pasar desde su toma de protesta.

Es evidente que se dio cuenta que no había manera de regresar a las Fuerzas Armadas bajo el estado de las cosas que se vive en México. No lo hizo, pero metió a las Fuerzas Armadas en todos los ámbitos de gobierno. Están en las calles, dirigiendo empresas, como altos funcionarios, y adquirieron una nueva dinámica, la cual en muchas ocasiones ha sido cuestionada.

La vida del país es muy difícil. Está cargada de contradicciones, intereses y de una abyecta complicidad entre el poder político y la delincuencia organizada. Ha sido muy difícil que las Fuerzas Armadas en sus nuevos roles pudieran abstraerse de todo ello. La dinámica de las cosas en esta materia se ha convertido en una forma de vida.

Lo que se ha visto es que no son incorruptibles. Inevitablemente se vieron involucrados en los entornos y la cotidianidad de un país que tiene la corrupción como uno de sus principales problemas, lo cual cada vez resulta más difícil de desarticular.

No tiene sentido generalizar. Hay experiencias negativas, pero también se han dado grandes avances. Lo que ha pasado obliga a replantearse desde el Gobierno si conviene que altos mandos militares se encuentran en cargos estratégicos bajo la premisa de que con ellos hay certidumbre de que todo sale bien.

La experiencia ha resultado desigual y en muchos casos surge la preocupación de que se cierren los espacios a la información y que se mantenga una secrecía que los convierta en entes cerrados, en los que no hay manera de alertar ni conocer el rumbo de las dependencias.

Va a ser inevitable replantearse el rol de las Fuerzas Armadas. Son confiables en un país que tiende a ser descreído, y si no las cuidamos las vamos a exponer riesgosamente.

El huachicol fiscal mostró algo de lo que puede pasar, y algo de lo que ya está pasando.

RESQUICIOS.

La Ley de Amparo tiene que ser revisada. Han cambiado muchas cosas y en ocasiones se ha sobreutilizado de la mano de las componendas. El Senado tendría que darse tiempo para reformarla. Se asegura que van a hacer como que debaten, pero van directo al no le cambio ni una coma bajo la modalidad del fast track.