El huachicol en la sala de la casa
Por Javier Solórzano Zinser
El huachicol y el huachicol fiscal son, desde hace tiempo, el nuevo gran problema para el país, y en particular para el Gobierno.
La delincuencia organizada así lo ha entendido y es por eso por lo que en muchos casos ha dejado de un lado el narcotráfico para abocarse al huachicol. Al igual que con las drogas, al lado de esta nueva industria se construyen delitos colaterales que la fortalecen y le permiten desarrollarse.
Son diversas las razones por las cuales se permitió el desarrollo del narcotráfico. Entre ellas está un factor de gran importancia, la demanda que existe en EU. Ha sido claramente documentado cómo desde la Segunda Guerra, en Corea y Vietnam se fue construyendo una industria en la cual las exigencias para satisfacer la demanda se fueron directamente sobre México, debido a las enormes posibilidades de producción en el país.
El consumo interno de drogas en México sin ser desatendido está lejos de lo que sucede en EU. El gran consumo está entre nuestros vecinos, lo que nos hace un mercado apetitoso y al mismo tiempo nos coloca en constante confrontación, y más en los tiempos de Trump.
El problema con el huachicol es que no sólo es un asunto de ida y vuelta con EU, sino que cada vez adquiere mayor importancia en el mercado interno. Se ha convertido en un problema local por todo lo que provoca, y porque está claramente a la vista, alcanza altas esferas del Gobierno.
Así como con las drogas, no hay manera de pasar por alto que su producción, distribución, circulación y consumo pasa por los altos niveles de la política, de igual manera el huachicol sigue la misma ruta.
No estamos ante un problema nuevo, estamos ante una coyuntura que ha expandido el problema ante el cual las autoridades, en diversos momentos, han sido omisas bajo premisas cuestionables. En muchos casos dejaron correr el problema teniendo la idea de que de alguna manera, ciertos sectores se podían ver favorecidos, los cuales se encuentran en situaciones económicas adversas.
Sin embargo, el problema ya explotó y ahora el Gobierno está bajo una coyuntura muy delicada por el problema en sí, pero, sobre todo, porque en tiempos en que se habla de que “no somos como los de antes”, resultaron en algunos aspectos iguales y peores.
Al huachicol ya lo tenemos en la sala de la casa. Ya es parte de una problemática integral casi de la misma dimensión que el narcotráfico. Se expandió no sólo en sí mismo, sino que se ha diversificado hacia otras áreas delincuenciales que han llevado a que se haya convertido también en parte de los cárteles de la droga.
Esta problemática es la que obliga a tratar de atemperarlo, al menos. Es un delito que se desarrolló y expandió en los últimos años. No hay manera de ir al repudiado pasado para ubicarlo. Si bien hay algunos antecedentes a la llegada de la 4T, fue en los últimos años en donde detonó.
La tragedia de Tlahuelilpan al inicio del pasado sexenio fue en algún sentido un dramático llamado de atención. Si eso estaba pasando en lugares que se encuentran a la vista, era prueba de todo lo que podía pasar a lo largo de los ductos del país.
Se creó una narrativa bajo la idea de que el problema se había superado, en el absurdo hasta se sacó un pañuelo blanco. No hay manera de que los voceros de Morena aseguren que el huachicol que se sacan de los ductos se haya erradicado y que por eso aparece el fiscal, es una explicación a modo y sin argumentos.
Es evidente el problema que tiene la Presidenta. Tiene que pasar a la ofensiva y frenar, hasta donde sea posible, el huachicol en sus diferentes facetas.
Son claros los riesgos de hacerlo y no hacerlo, la gobernabilidad es lo que obliga a dar pasos adelante.
RESQUICIOS.
Lo que pasó ayer en Dallas en una oficina del ICE forma parte del ambiente que se ha creado en torno a los migrantes. Los agentes se han dedicado a perseguir migrantes de manera despiadada criminalizándolos, quienes no tienen para dónde hacerse.