Convenciendo a los convencidos
Por Javier Solórzano Zinser
Sin pasar por alto las cotidianas luchas políticas, no tiene mucho sentido apostar porque le vaya mal al Gobierno.
Hacerlo nos lleva a confrontaciones estériles que terminan por tener una enorme trascendencia en la vida del país. Si algo se tiene que considerar, es que, como fuere, la sociedad mexicana decidió su destino político desde el 2018. El actual Gobierno ganó en las elecciones de manera legítima por más problemas que se hayan podido presentar, los cuales no cambian el rumbo de las cosas.
Lo importante es defender la legitimidad con la fuerza de la democracia, en lo cual el primer deber corre a cargo del Gobierno. Se han tomado una serie de decisiones que tienen que ver con propuestas políticas de campaña, pero también con decisiones que no han sido consultadas y que, en el fondo, en muchos casos se fundamentaron con argumentos imprecisos y hasta falsos.
La clave ha estado, está y estará en la forma en cómo se aborda la gobernabilidad. La actual administración tiene que entender y asumir que van apareciendo escenarios que merecen la crítica a la gobernabilidad, la cual tampoco tiene sentido pasar por alto.
En el fondo va apareciendo de manera cada vez más marcada el menosprecio a los que piensan diferente y, al mismo tiempo, la falta de autocrítica que, en lugar de tomarse como mecanismo para la gobernabilidad, se hace a un lado para no permitir el cuestionamiento de lo que se hace.
El ejercicio del poder ha colocado al Gobierno bajo circunstancias en donde, a pesar de que domine la narrativa, no necesariamente camina de la mano de la razón. Tarde que temprano enfrentará circunstancias que su narrativa no le permitirá defender y explicar.
La retórica de muchas respuestas a la crítica da la impresión de que se podría deber a que se están acabando los argumentos. Recientemente, la Presidenta habló de una herencia maldita en materia de deuda externa, siendo que ésta se ha incrementado de manera profunda en los últimos años. No se pasa por alto lo que hicieron otros gobiernos, pero volvemos a un tema que se tiene importante: llevamos siete años con la 4T.
La narrativa forma parte de las respuestas, pero tendrá que enfrentar la terca realidad. Es cierto que en muchas ocasiones la oposición se vuelve reactiva, pero también es cierto que hemos visto cómo se le cierran los caminos cuando presentan propuestas que la mayoría y el Gobierno no consideran, porque les rompen un esquema previamente determinado.
El multicitado tema de no le cambien ni una coma tiene que ver con una mirada unilateral y poco plural y democrática, pasando por alto que se debe construir un consenso en la toma de decisiones. Llevar las cosas a lo que han llamado la aritmética para decidir lleva hacia verdades absolutas, las cuales en sociedades como la nuestra no caben ni tienen razón de ser.
La oposición le sirve a la mayoría para avalar sus decisiones, pero no para fortalecerlas. Hemos entrado desde hace tiempo en terrenos en que desde el Gobierno lo que se hace es convencer aún más a los que ya están convencidos, quienes, en ocasiones, no abren la puerta a nuevas formas de ver las cosas. No se trata de actos contestatarios, más bien hay que encuadrarlos en la mejor toma de decisiones.
¿Hasta dónde es determinante el pasado como elemento para fustigarlo y para hacerlo a un lado? Hemos insistido en la idea de que, por parte del Gobierno, de éste y el anterior, lo que se está buscando es en muchos casos ofrecer respuestas a los convencidos por problemas que el propio Gobierno provoca y se está provocando.
No se puede soslayar las confrontaciones en que nos hemos metido, a pesar de la aritmética, de la mayoría, de la popularidad y de la narrativa.
RESQUICIOS.
Marta Lidia Pérez es la nueva coordinadora de la Comisión Nacional de Búsqueda. Sin dudar de sus méritos, hemos escuchado voces que cuestionan el mecanismo por el cual fue elegida. Su tarea debe ser muy distinta a la antecesora, muy distinta.