Por Martín Quitano Martínez
“Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado.”
José Ortega y Gasset
Los supuestos en los que se mueven son claros, por ejemplo: “Les guste o no”, y “aunque se retuerzan los enemigos de la trasformación”, aquí estamos y estaremos en la vanguardia que la historia nos ha asignado. Pero el principal supuesto que cobija sus actuaciones, el fundamental para sus comportamientos desvergonzados es: nada de lo que podamos haber hecho, de los que estemos haciendo o de lo que hagamos, ha podido, puede o podrá generarnos cargos o sanciones legales o de castigo social, el pueblo somos nosotros y con ello se cierran los alcances de cualquier cuestionamiento. Somos y seremos por mucho tiempo la encarnación de las aspiraciones populares, tenemos en nuestro poder todos los cursos legales y somos impunes.
Los escándalos del grupo gobernante se acumulan, pero la “fortaleza” repelente de quienes cínicamente insisten en ser los “buenos” de la historia, los garantes de la “cuarta transformación” y de la “revolución de las conciencias”, los vuelve escandalosamente vulgares, diría Elisa Carrió, en sus ejercicios, por ello es que cada día aparecen como una degradada imagen para muchos, más de los que ellos consideran.
Sus optimistas cálculos surgen de sus controles institucionales, de su control de los poderes, de sus triunfos electorales, como sea que los obtuvieron, y de sus capacidades de controlar las narrativas, de sus alianzas inconfesables y al final, de la ruptura de todo escrúpulo que les sujete para hacer lo que se necesite para continuar en su proyecto cada vez más distante de lo que dicen representar.
Ni ven, ni oyen y con ello reclaman ante los otros, ante los conservadores y los traidores de la patria, el apotegma del que fue la némesis de su líder y de muchos de los que ahora lo utilizan para sí como bandera de esa intolerancia tan presente en sus actos, tan presente en su concepción de ejercicios políticos.
Las obras y no los dichos, los muestran en su derrota moral, en su evidente caída de los asideros para plantar cara verdadera ante la descomposición reflejada en la cauda de mentiras que dicen y que en algún momento les irán cobrando las facturas que ellos suponen no llegarán. De allí su prepotencia y su intransigencia para asumir las opiniones de otros y por ende para descalificar y calumniar; de allí sus miedos que les obligan a realizar las destrucciones de poderes y organismos autónomos, de que existan contrapesos; de allí la persecución contra todo lo que les signifiquen cuestionamientos, que les señalen y reclamen su opacidad, su corrupción evidente, la incompetencia, la ignorancia manifiesta, y su deriva autoritaria.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Casi, casi: si el Mayo habla de todo lo que hizo, es que es traidor a la patria.
X: @mquim1962