Recuento de los años: luces y sombras

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Por Uriel Flores Aguayo

Puede resultar bochornoso hablar personalmente, intentar apuntes de lo propio, de lo individual. Pero hay que hacerlo. Decir lo que se piensa y lo que se aprendió. Hay edades para eso. Seis o siete décadas son suficientes para tener qué contar y haber aprendido algo bueno o malo. Así es la vida, ahora lo sabemos mejor. A cierta edad hay más pasado que futuro, y muchos recuerdos.

No es fácil romper las rutinas y salirse de las inercias. La memoria juega con el pasado, lo mira en partes y reivindica la niñez y la juventud, años de misterios, vida veloz y descubrimientos. En esas etapas se definió mucho, tal vez la mayor parte, de lo que íbamos a ser. Se moldeó la personalidad, se trazaron las rutas de estudio y trabajo, se tomaron ciertos valores, aparecieron los amores y sus precipitaciones en familia y descendencia. Era lo común. Antes había edades tempranas para el matrimonio y los hijos. Pesaba en eso la religión y el entorno familiar y social. El barrio te definía con sus rostros amigables y convivencias naturales. También era tu hogar. Las amistades eran sólidas y duraderas. Algunas se quedaron para siempre. Los amigos de ayer son esenciales. Construir amistades es un camino largo y selectivo si son de verdad. De amores se debe hablar con reservas. A veces se confundían con impulsos básicos o con emociones carnales. Igualmente podían ser imágenes de las aventuras. Diste todo, mucho o poco, y recibiste lo equivalente. Te entregaste en el compromiso. La vida son relaciones. Se aprende o no, pero sobre todo se vive.

Es difícil, sin referentes, tomar plena conciencia de lo que se quiere. Apuestas a tu criterio y otro poco a lo que ves. Te equivocas y te vuelves a equivocar hasta que haces lo correcto. En todo. Alejándote de lo banal y vulgar te envuelves en cartón. Es complicado un equilibrio entre la vida fácil o hueca y algo que parezca serio sin ser solemne. Es cierto que la ignorancia es más feliz; no sabe nada, no cuestiona y no se plantea algo especial o diferente. Al menos es un tipo de felicidad, la del blanco y negro y la rutina.

A estas alturas ya sabes en qué perdiste y en qué ganaste. Añoras a tus padres y seres queridos en general. Sientes que te faltó tiempo y afectos con ellos. Los sueñas. De los amores apenas quedó algo, te va bien si no te odian las mujeres de tu vida. Sin intención hiciste daños. Aunque tu voluntad fuera otra y todo lo hicieras de buena fe. Finalmente eres luz y sombra. Más que imperfecto. Te queda menos tiempo de vida y lo deseas de calidad. Sabes de la condición humana más que nunca. Ya no tienes muchas ilusiones propias. Anhelas que hijos y nietos sean felices en este complejo mundo. Estás en la etapa de abuelo. Condición que desafía tu prestigio y dignidad, y también la energía. Hiciste lo posible por ser buena persona, pero muchas cosas no dependían de ti.

Reconocer los errores es sano, como también lo es disfrutar de los aciertos. Si te haces justicia y vas al justo medio, no te deprimirás. Ni harás el ridículo con ideas estrafalarias o poses de “chavo ruco”. Ahora entiendes mejor que cada ciclo tiene sus reglas, que cada tiempo corresponde a un estado de ánimo. Si lo hiciste poco o mucho de todos modos tienes que prepararte para el trecho final de esta maravillosa vida. Conserva el amor de tus seres queridos y sigue cultivando las amistades. Si tienes pareja de siempre, eres sabio y plenamente sano. Si te llegó tarde el amor, que consideras mejor o verdadero, ya no lo sueltes; con ese amor vas a terminar tus días y más vale que sea de calidad y absolutamente confiable.

Sigue siendo buen ciudadano, con voz y voto, sé solidario y siempre inclínate por la justicia. No busques poder ni riqueza, es mucha tensión, te aleja de lo sencillo y te lleva a finales de patología. Por ningún motivo se debe renunciar a la decencia. Si algo te acompañara en este tiempo es tu conciencia limpia y la convicción de haber hecho lo correcto en lo personal y colectivo.

Recadito: a veces hay buenas noticias, es el caso de la clínica de ISSSTE en Xalapa, con su nuevo director.