Quebradero

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Ni tan remoto

 

Por Javier Solórzano Zinser

Si con algún asunto Donald Trump ha sido consistente, ha sido y es con los cárteles de la droga.

Con los aranceles las cosas van y vienen, pero con los narcotraficantes y su inserción en la dinámica de nuestro país no hay día en que no haga referencia crítica.

Su gobierno ha llevado a cabo una sistemática acción punitiva en contra de los cárteles. La estrategia combina la autodefensa, pero también una perspectiva de menosprecio y racismo en contra de todo lo que tenga que ver con migrantes, cárteles de la droga, e incluso, en algún sentido, en contra de todo aquello que tiene que ver con México.

La mirada de Trump sobre estos temas se plasma en las llamadas Alligator Alcatraz.

Las cárceles se acercan más a campos de concentración que a centros de detención y eventual rehabilitación. De lo que se trata es de demostrar el poderío, los factores punitivos y de poder por parte del presidente y su proyecto.

La posibilidad de que militares estadounidenses entren en nuestro territorio no es tan remota. La razón central es parte de lo que piensa Trump de la relación bilateral, de lo que piensa de los mexicanos y, sobre todo, lo que piensa de nuestro gobierno.

Los riesgos van a crecer en la medida en que no se dé un salto que vaya mostrando condiciones distintas respecto a los cárteles de la droga junto con sus relaciones con el poder político y económico.

A pesar de lo que significó en lo interno el envío de 29 narcotraficantes a EU para Trump fue simplemente un “quisieron verme contento”, fue una actitud que confirma la falta de información de los efectos expansivos que tienen decisiones de esta naturaleza.

En EU poco importan las consecuencias que puede tener cualquier acción que lleven a cabo en el país. Es cuestión de revisar el secuestro de El Mayo Zambada, el cual fue reconocido por el entonces presidente Biden.

Han pasado más de 300 días y las consecuencias siguen entre nosotros en medio de la pasividad y presunción de que las cosas cambiarán “cuando se dejen de pelear entre ellos”.

Dicho secuestro es lo que tiene a Sinaloa en medio de una guerra interminable.

Si en EU no sabían lo que podía provocar el secuestro, del cual tenían conocimiento, es porque no se lo plantearon. Lo que les importaba era “resolver” su problema, sin darse cuenta de todas las secuelas que internamente tendría un secuestro que convalidaron.

Bajo esta perspectiva muchas cosas pueden seguir pasando. Poco importa en EU lo que puede pasar en nuestro país hagan lo que hagan, no están en su radar las consecuencias. Para nuestro país el tema es cada vez más delicado. Porque se va terminando la capacidad de maniobra y respuesta ante las exigencias del vecino.

Trump no ha bajado la guardia en este tema basta con recordar algunas acciones que ha tomado. Casos concretos son la revocación de visas de políticos y artistas y las investigaciones a bancos y casas de Bolsa.

No hay indicios de que al interior del país se estén tomando medidas, particularmente en lo que corresponde a la revocación de visas. No se puede tener como respuesta el “no tenemos información”. De lo que se trata en estos casos, es de investigar casi que “de oficio”, porque son temas que afectan la relación bilateral de manera seria. EU tiene derecho a mantenerse hermético porque los procesos están en curso; pero es prioritario para México investigar el porqué a personajes de la política se les está revocando su visa, no hay de otra que pensar que por sus nexos con la delincuencia organizada.

Se ve remoto que Trump mande sus fuerzas especiales por los narcotraficantes.

Sin embargo, en los últimos años, muchas cosas también se han visto lejanas, pero al voltear la cara están entre nosotros.

RESQUICIOS.

Ya es un problema para la Presidenta, Andrés Manuel López Beltrán. No sólo están de por medio sus desplantes, ahora se suman sus “aclaraciones”. Ya se ve que no es lo mismo el padre que el hijo, la cuestión está en qué hacer ahora con el viajero.