Breve reflexión sobre el uso de los argumentos ad hominem en la UV

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Por Ricardo García

Quizá aún podemos dar una vuelta más a la idea de que estamos ante el uso de la “posverdad”, según lo refiere Alejandro León en su artículo[1], como recurso “político” reflejado en la actual narrativa de las autoridades de la Universidad Veracruzana.

¿No será acaso que estamos en un momento de “anti-sentido”? El sentido no es ni la verdad ni la falsedad, sino la condición de lo verdadero y lo falso.

Tomo el caso del actual Rector de la Universidad Veracruzana (UV), que es todo un paradigma.

Quien falsea una convención lingüística (“podrá prorrogar su mandato”) ¿merece ya el reconocimiento según el cual lo que dice (y hace) posee sentido en tanto procedimiento y no en tanto derecho a ser ejercido? Es como si yo les digo “htl.ncoll, snlkjlklsnnololll”. ¿Es verdadero? ¿Es falso? ¡No! es un sinsentido. No se obedece en los dos casos a las leyes que rigen el sentido.

A diferencia de la mentira, la falta de sentido presupone la desmentida. Es más: es la anulación del orden social.

En el actual momento histórico en el que está teniendo lugar una grave crisis de legalidad e ilegitimidad en la UV ante el cambio rectoral, la comunidad universitaria que se dice partícipe y que se alinea del lado de la prórroga, arguyendo que “el Rector tiene derecho”, no puede ser tildada de falsaria o francamente mentirosa. Se reconoce que hay derecho pero se omite la legalidad del procedimiento. Por tanto, es una comunidad que ha perdido el sentido y que ya no está en el campo de juego de la verdad y la falsedad. Es una masa estúpida diría Edward Bernays.

Y esa estupidez es -mirada desde otro ángulo- lo que H. Arendt llamó “banalidad del mal”, a la que definió como “la falta de pensamiento”.

Se propone entonces el quebrantamiento del pacto moral; pacto fundamental para que la cosa marche, según nos lo recuerda el Dr. Alberto Olvera en una reciente entrevista[2]; de nuevo, la estupidez y la banalidad del mal.

Y, en medio de este volcán de acontecimientos, lo importante, a juicio de algunos, reside en confiar en el veredicto de la Junta de Gobierno, que es una entidad garante de la “legalidad” de la prórroga, independientemente de lo que el recriminado rector haya hecho, es decir, independientemente de que los señalamientos de una buena parte de la comunidad, incluso de las acusaciones de incumplimiento de obligaciones propias del cargo ostentado durante casi cuatro años sean Verdad o Falsedad. Lo que ese grupo de 7 miembros de la Junta que inicialmente eran 9 (recordemos que dos honorables mujeres no quisieron ser parte de esta imposición) hace, es entonces incurrir en el Sinsentido, en la Estupidez, en la Banalidad del mal.

No se ve por ninguna parte en la Universidad Veracruzana a mentirosos, a los que siempre se les reconocerá el beneficio de la capacidad de juzgar. Se enuncia estupidez y banalidad (del mal).

Habría que releer, entonces, en “tiempos de oscuridad” (como le gustaba decir), a H. Arendt. Recordar la profundidad de lo que afirmaba cuando diagnosticó el Totalitarismo. Este -decía- no consiste simplemente en el dominio de la fuerza, sino en la servidumbre (tanto por parte del amo como del esclavo) respecto a lo que llamó “lógica del desarrollo”. Denominó así a un movimiento que comienza en la voluntad de una cierta gente, luego de mucha gente, y termina convirtiéndose en una especie de “ley invisible” que gobierna, detrás de las voluntades, a los agentes que, sin embargo, se creen libres.

Este momento no necesita diagnosticar el carácter mentiroso de cierto individuo o administración, sino indagar la lógica del desarrollo que hace nacer por tantos lados y de tantas formas la estupidez y la banalidad del mal.

Los resoplidos y desplantes de aquellos universitarios “afines a la prórroga” —en este lamentable momento son, todos por igual y sin excepciones, dañinos para el equilibrio y el desarrollo institucional en el corto, mediano y largo plazo.

Resalta no obstante una “estrategia” del grupo en el poder, consistente en ataques personales que buscan desacreditar a quienes presentan argumentos (en lugar de refutar los argumentos en sí).

Los argumentos ad hominem[3] han sido tan intensos y constantes que uno se queda asombrado ante las redes (Facebook principalmente, aunque desde luego también textos publicados por diarios online) y pensando… ¿qué cosas tan graves habrán ocurrido para que múltiples miembros de la clase política de esta Institución tomen el espacio de lo íntimo de otros diversos miembros de la comunidad universitaria para espetar sus andanadas de juicios morales, principalmente sobre miembros del movimiento de resistencia y sobre el movimiento mismo, renunciando a la argumentación  racional; es decir, al diálogo?

El Rector actual y algunos miembros de su equipo, tanto como los “bots” a su servicio se llevan las palmas. Representan bien a aquel alumno que hay que soportar en clase, hablando en general de sí mismo sin tener ni idea del tema que se está tratando y sintiéndose orgulloso de esa ignorancia.

La Red UV por la Legalidad, entre otras cosas, viene a avalar que las cositas privadas se pueden discutir en la cafetería. Que a la UV se viene a pensar, debatir, rebatir, combatir, con base en ese orden convenido que llamamos ley.

 

[1] León, A. “Posverdad y posgrado: la UV ante el espejo de los datos del SNP”. URL: https://laclaveonline.com/2025/07/16/posverdad-y-posgrado-la-uv-ante-el-espejo-de-los-datos-del-snp/

[2] UV en Llamas. URL: https://www.youtube.com/watch?v=id6ePf-XFAc&t=2190s

[3] Un argumento ad hominem en lugar de abordar la validez de las ideas presentadas, dirige la atención hacia la persona que las expresa, utilizando ataques personales, prejuicios o apelaciones emocionales para desviar la atención del tema central.