Por Ángel Kú
Otra semana negra para el gobierno de Rocío Nahle: cuerpos desmembrados en Poza Rica, el último lugar en el ranking nacional de gobernadores y funcionarios que actúan como si fueran intocables. La realidad supera cualquier narrativa oficial. Y es que, mientras la ciudadanía exige respuestas, el gobierno de Veracruz opta por negar, minimizar o incluso encubrir los hechos más atroces.
El caso de la profesora jubilada Irma Hernández es el reflejo más doloroso del abandono institucional. Después de retirarse de su vocación docente, Irma conducía un taxi para sobrevivir. Fue secuestrada y asesinada brutalmente por el grupo criminal conocido como “Grupo Sombra”, en un acto de terror que pretendía dejar claro quién manda en el territorio: no el Estado, sino el crimen organizado. La intención era clara: aterrorizar al gremio taxista, someterlo mediante el miedo, y asegurar el cobro de piso.
Lejos de condenar con firmeza esta barbarie, la gobernadora Rocío Nahle optó por una respuesta indolente y vergonzosa: dijo que la profesora había muerto de un infarto. Una versión que fue respaldada en conferencia por un supuesto médico legista… que, días después, se confirmó que no era ni forense ni perito oficial. ¿Hasta dónde está dispuesto este gobierno a mentir para maquillar la violencia?
Mientras tanto, la violencia sigue desbordada. Internos del penal de Tuxpan se amotinaron denunciando extorsiones por parte del mismo grupo delictivo que asesinó a la profesora. Y en Poza Rica, la carretera amaneció con cuerpos desmembrados y una narcolona que advertía más sangre. La impunidad persiste.
Pero el desgobierno de Nahle no solo se manifiesta en su incapacidad para enfrentar al crimen, sino también en la arrogancia y podredumbre de su equipo. En Xalapa, dos funcionarias públicas fueron protagonistas de actos bochornosos: una, conocida ya como #Lady500, intentó sobornar a un agente de tránsito tras ser detenida en estado de ebriedad; la otra, una empleada del ayuntamiento, bloqueó una calle céntrica también borracha y amenazó con «balacear» a los oficiales. Ambas forman parte del gobierno local. Ambas siguen en sus cargos. Ambas se sienten intocables.
Entre cuerpos desmembrados y «ladys» soberbias, Rocío Nahle se hunde en la evaluación ciudadana. Y ni siquiera los medios aliados como La Jornada —históricamente afín al oficialismo— pudieron disfrazar el fracaso: en su más reciente encuesta, Rocío Nahle aparece en el último lugar de aprobación entre todos los gobernadores del país. Veracruz no cree en su gobernadora.
Hoy el dolor, la rabia y la desconfianza se han instalado en cada rincón de Veracruz. No hay estrategia de seguridad, no hay empatía, no hay liderazgo. Solo hay simulación, cinismo y una clase política que vive en su burbuja de privilegios, mientras los ciudadanos enfrentan el miedo cada día.
El gobierno de Rocío Nahle no solo ha fracasado: ha traicionado a quienes confiaron en ella. Y mientras no haya justicia para Irma, para las víctimas, para los extorsionados, para los desaparecidos, y para los ciudadanos honestos de este estado, no habrá paz verdadera en Veracruz.