Una reforma que define nuestro futuro
Por Javier Solórzano Zinser
Con la reforma electoral la llamada 4T estará cerrando su proceso de transformación del país.
En el último año se han aprobado sin chistar todas las reformas que propuso López Obrador el 5 de febrero de 2024. Ya no hay vuelta atrás, porque además no se ve por dónde la mayoría pierda el peso, fuerza e influencia que tiene.
Vamos hacia la consolidación del nuevo régimen. En las encuestas rumbo al 2027 se perfila una ventaja considerable de Morena en todos los estados en que habrá elecciones, a lo que se suma la renovación de la Cámara de Diputados.
López Obrador sigue siendo directa o indirectamente la mano que mece la cuna. Sus reformas son la base del nuevo régimen y el país en algún sentido se empezó a ser a la imagen y semejanza del tabasqueño.
Dos reformas son la piedra angular del nuevo régimen. La del Poder Judicial y la electoral, sin pasar por alto otros cambios constitucionales y reglamentarios. Las reformas serán el eje del país que ya estamos empezando a ser.
Seguir bajo la idea de que estamos todavía bajo el régimen que consolidó el PRI y apuntalado por el PAN ya no cabe ni es. Las cosas han cambiado de manera acelerada sin que la oposición se ubique al frente de la mayoría como un contrapeso.
Todo terminó por definirse cuando se dio una interpretación unilateral a la forma en que tendría que estar conformado el Congreso. Eso era el plan C y eso es lo que quería López Obrador para poder aprobar todas las reformas que envió, a sabiendas de que no habría manera de que vayan a ser derogadas, porque para ello se necesita que la oposición tenga mayoría, la cual no se ve, no sólo por su incapacidad para ganar territorios, sino porque la reforma electoral va a ser diseñada a imagen y semejanza de lo que quiere Morena como elemento para mantenerse en la gobernabilidad.
En el siguiente periodo ordinario se aprobará la reforma electoral. Bajo el pragmatismo de Morena si no tiene los votos suficientes los conseguirán, como lo hicieron con el impresentable Miguel Ángel Yunes.
La Presidenta ha colocado a Pablo Gómez al frente de la reforma electoral. Es probable que sea uno de los personajes con el mejor conocimiento sobre temas electorales, lo cual no necesariamente significa que vaya a estar dispuesto a un abierto debate.
Lo que se está jugando es el destino democrático. Si Pablo Gómez abre el debate haciendo a un lado los estigmas y las filias y fobias, podríamos tener una reforma acorde a la evolución de la democracia, y a la necesaria búsqueda de la pluralidad, equilibrio y la imprescindible autonomía de los órganos electorales.
Esto último debe ser la esencia de la reforma. Regresar a los tiempos en que el Gobierno se encargaba de las elecciones, es dar un paso atrás en la historia, y es presuponer que la actual mayoría va a gobernar para siempre.
Es fundamental escuchar a los muy destacados especialistas, lo cual se tendrá que hacer bajo el reconocimiento de voces que piensan de manera diferente a lo que ha esbozado la Presidenta.
La pregunta es qué reforma se quiere. La que se impone desde una mayoría o la que puede construir consensos políticos con nuevos elementos de participación y representatividad. Éste es el dilema, porque a lo largo de estos años las leyes y las reformas se han aprobado de manera unilateral bajo la singular máxima de “es lo que quiere el pueblo”.
La reforma electoral terminará por ser la definición democrática del país. Estamos ante el uso de la democracia para tratar de perpetuarse en el poder, y también estamos ante la oportunidad de construir la democracia de equilibrios, pluralidad, rendición de cuentas, representatividad y autonomía.
RESQUICIOS.
Veracruz no ha dejado de estar en el centro de la violencia. El problema no es sólo eso, es la insensibilidad con la que la gobernadora de Morena afronta los problemas, el caso de la maestra Irma Hernández es en sí brutal y doloroso a lo que se suma la forma en que lo abordó.