Por Jaime Fisher
Inconmovible fin de vacaciones.
Ya se demostró la ilegalidad, la ilegitimidad y la irracionalidad de la “prórroga”. La pregunta es ¿qué sigue? Ya no tenemos Junta de Gobierno. Quienes usurpan ese lugar son eso, usurpadores. Y a partir del primero de septiembre tampoco tendremos rector. Sólo nos queda el Consejo Universitario General (CUG), que no es poco, pues es la máxima autoridad de la Universidad Veracruzana.
Si la vía jurídica abierta por los amparos interpuestos no conduce a invalidar la “prórroga” y a fincar responsabilidades a la junta de gobierno, entonces quedarían tres escenarios: 1) una sesión extraordinaria del CUG para sustituir a la junta; 2) una intervención superior de la Legislatura; o 3) el caos. Aunque -puestos a escoger- soy partidario del caos en mi vida privada, no lo soy tanto cuando de asuntos públicos se trata, puesto que cierto orden público es conditio sine qua non para el ejercicio de mi caos privado. De lo anterior se sigue que me inclino porque el CUG se reúna a deliberar y decidir racionalmente qué es lo que ha de hacerse.
Hace unos días -en muy breve mensaje público- invité al rector a irse mucho a su casa. Lo hice porque de verdad creo que eso sería lo mejor para todos, y sería también lo mejor para él. Pero tengo la ligera sospecha de que hará caso omiso a mi invitación amable. Entonces se quedará ahí. Pero ¿qué hará?, ¿convocará al CUG para rendir su 4º y último informe?, ¿lo hará, acaso, para asumir su “prórroga” en sesión “solemne”? La más reciente sesión del Consejo se le fue de las manos -a él y a sus secuaces- pese a los recursos que aplicaron para intentar controlarla. Por eso creo que no se arriesgará otra vez, sobre todo ahora que las aguas son más turbulentas y van in crescendo a partir de que la Red UV por la Legalidad (y yo diría sobre todo que por la Legitimidad) se organizó y comenzó a aglutinar el general descontento contra la sinrazón del rector y “los suyos” (aunque él mismo sea propiedad de alguien más a quien, por lo pronto, prefiero dejar en el anonimato).
Pero el CUG puede reunirse de manera extraordinaria, con o sin el rector. Los universitarios estamos capacitados para decidir qué hacer. En ocasiones hemos dialogado y llegado a acuerdos más allá de los intereses individuales; y, si alguna vez p, entonces es posible que p -eso dice un librito de lógica que encontré por ahí. Hay un detalle no menor: los consejeros tendrían que autoconvocarse. Hasta hoy las sesiones del CUG han sido a llamado del rector, quien, además, las preside. El caso es que hoy no tenemos un rector legítimo, y dentro de unas semanas no tendremos rector en absoluto; pero el Artículo 24 de la Ley Orgánica -esa que sí es la Ley- dice que: “El Consejo Universitario General celebrará sesiones ordinarias por lo menos una vez al año y extraordinarias las veces que sea convocado por el Rector o a solicitud de la mayoría de los consejeros.”
De no ocurrir este “escenario” quedaría una intervención superior de la Legislatura. Aunque hay quien ve esto como un “atentado a la autonomía universitaria”, yo sigo sin ver autonomía alguna contra la que se pueda “atentar”. Lo que sí veo es una autonomía urgida de restauración; y, para ello, primero es necesario rescatarla de quienes la han secuestrado y utilizado con fines inconfesables. Esa tarea sólo puede hacerla el CUG, la Legislatura, o ambos. Si nada de lo anterior ocurre, entonces sí: el caos; y de éste -tarde o temprano- siempre surge algún tipo de orden, aunque sea un orden que a nadie termine gustando.