Quebradero

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Pacto, ¿para qué?

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

No compartimos la idea de que se haya establecido un pacto entre López Obrador y Peña Nieto. Sí creemos que se haya dado algún tipo de acuerdos básicos y también presumimos que Peña Nieto habría proporcionado información de seguridad nacional, fundamental para la gobernabilidad desde el primer día del gobierno.

Es cierto que una cosa es que se den en este tipo de circunstancias y otra distinta lo que puede pasar en la terca realidad. Los escenarios entre los mandatarios no estaban tan tensos como sucedió entre Salinas de Gortari y Zedillo, a pesar de pertenecer al mismo partido. Raúl Salinas terminó en la cárcel y Carlos Salinas se puso una chamarra de velador e hizo una singular huelga de hambre con botellas de agua Evian.

Nunca sabremos si hubo un pacto de no agresión, o algo parecido entre los recientes expresidentes. López Obrador no tenía por qué buscar algún tipo de acuerdo. Si nos atenemos a la forma en que ganó no tendría sentido.

Si bien algunos factores durante el proceso electoral fortalecieron al tabasqueño, uno de ellos fue el inusual ataque contra Ricardo Anaya, en general, el camino estaba pintado para su triunfo.

A diferencia del 2006, cuando Felipe Calderón ganó la elección viniendo de atrás, sin pasar por alto la mano del Gobierno para su triunfo, en esta ocasión López Obrador siempre fue adelante y nunca perdió la ventaja. En dicha elección se sintió ganador antes de las elecciones, recordemos que inopinadamente no asistió a uno de los debates; la elección tiene todavía muchos pendientes.

En el 2018, llegó con una amplia delantera y se veía venir su triunfo de antemano. Tan es así que meses antes de la elección hizo campaña más que por él, por los legisladores de su partido con el fin de alcanzar la mayoría y tener margen de maniobra para poder hacer los cambios que pretendía para su proyecto de la llamada 4T.

Desde la segunda mitad de su mandato, y también desde parte de su primer trienio, Peña Nieto perdió seriedad en el panorama político. Más bien iba de tumbo en tumbo y al final, terminó su mandato con un 25% de popularidad. Desde que se tienen herramientas para medir la aceptación presidencial, ésta es una de las más bajas de la historia.

No pareciera tener sentido que hubiera un pacto que colocara como intocable a Peña Nieto. Recordemos además que se hizo una consulta sobre si se debiera de juzgar a los expresidentes y la conclusión fue de que no. López Obrador no tendría por qué hacer un pacto cuando su triunfo fue inobjetable.

Peña Nieto se pasó seis años en medio de frivolidades. No hubo manera de evaluar con seriedad su sexenio. A lo largo del mismo se presentaron lamentables hechos de corrupción; problemas de carácter personal; una infinidad de gazapos en sus discursos y al final, quedó entre la ciudadanía la idea de que quería terminar su sexenio como fuere.

Estos días volvió a aparecer. En un muy interesante documental del Centro de Estudios Espinosa Yglesias sobre el aeropuerto de Texcoco se recoge su opinión, en donde asegura, por cierto, con razón, que no está comprobado ningún hecho de corrupción en la obra.

Si nos atenemos a la especulación política, pareciera que a muchos no les gustó lo que dijo. El documental fue hecho desde el año pasado y fue dado a conocer a principios de éste. Alguien revivió su declaración, y pudiera ser que esto haya sido ocasión de que lo subieran a la palestra junto con otro asunto, no muy claro, por cierto, sobre un soborno por 25 millones de dólares.

En esto andamos. Un expresidente que no deja de ser un fantasma al que cada vez se le cuestiona más su herencia, y otro que no pasó de ser hasta cierto punto veleidoso y que ahora se empezaron a acordar de él; por algo será.

RESQUICIOS.

Ha pasado casi una semana y por lo que dicen sus familiares y abogados no se sabe dónde se encuentra Julio César Chávez hijo. El tema empieza a adquirir otra dimensión de una simple detención, como había sucedido en otras ocasiones.