Proteger y premiar
Por Javier Solórzano Zinser
Morena y su Gobierno caminan todavía con un amplio bono electoral, andan levitando. Todo indica que se consolidará en las elecciones del 27 en un buen número de estados.
Morena es y seguirá siendo el eje de la política durante un buen tiempo. Con todo el poder que tiene ha creado una narrativa que lo coloca como un partido contundente y abrumador, lo cual, por momentos, responde a nuestra realidad, pero también por momentos no.
La narrativa lo ha colocado como un partido-gobierno al que pareciera que no se le ve defecto ni problema alguno. Es por ello por lo que cuando se habla de la posibilidad del crecimiento de la oposición más que pensar que esto pueda suceder lo que está a la vista es que son sus dificultades internas las que pueden hacer crecer a los otros, al tiempo que es precisamente ello lo que lo puede meter en grandes dificultades.
Lo que habrá que ver es cuánto tiempo le dura la narrativa, porque es evidente que aparecen signos de problemas que ni el Gobierno ni el partido están teniendo la capacidad para resolver y a menudo meten la basura debajo del tapete. Es claro que hay una tendencia a esconder los problemas y para ello no les importa proteger a quienes los causan.
No han tenido la capacidad para tomar decisiones internas que les sirvan para fortalecer su gobernabilidad y, sobre todo, tener elementos para que sus militantes y la ciudadanía en general aprecien que tienen una visión autocrítica de su actividad política.
López Obrador echó a andar este mecanismo. Nunca aceptó un error y a lo largo de sus seis años nos hizo ver que cuando se presentaron evidencias de que había problemas serios, cambiaba la narrativa para mostrarnos que el país iba a tener lo que prometió.
El ejemplo más claro es el de que México “tendría un sistema de salud mejor que el de Dinamarca”. Las promesas y la narrativa, obviamente, nunca resolvieron el problema.
Algo similar pasó con el caso de Segalmex, el cual terminó por convertirse en un fraude mayor que el de la Estafa Maestra. El director, según el expresidente, fue engañado por los priistas que lo rodeaban y, por ello, lo mandó “premiado” a Gobernación.
La presente administración no ha dejado de enredarse en este sentido. Seguimos en un lío cargado de promesas con el sistema de salud. La Presidenta tiene un reto mayúsculo, ha puesto la enésima fecha para resolver los problemas de los medicamentos y las recetas; tiene menos de un mes para hacerlo.
En la misma línea optó por nombrar a un personaje que concita críticas fundadas, como representante de México ante la OMS. A pesar de que en el Gobierno y el partido nadie se atrevía a decirle en voz alta, López-Gatell estuvo en el centro de las críticas por su manejo, estrategia y comunicación ante la pandemia. Las diferencias alcanzaron su relación con el gobierno de la ciudad que encabezaba Claudia Sheinbaum.
En lugar de que el Gobierno y Morena fueran sensibles ante lo que padeció una población asustada, desconcertada y desprotegida —en el camino también burócratas y militantes de la mayoría—, optaron por enviarlo fuera del país como una forma de “premiarlo”. A López-Gatell no le inventó una narrativa crítica y puntual la oposición, más bien se la ganó a pulso.
Situaciones similares están pasando con casos como el de Cuauhtémoc Blanco, la gobernadora de Baja California, la situación interna en Sinaloa, las medicinas.
Gobernar lleva, inevitablemente, al ensayo y error. No se puede premiar ni pasar por alto cuando los problemas son grandes y le afectan a la población. No tiene sentido colocar al Gobierno y al partido por encima de absolutamente todo.
RESQUICIOS.
Todo un circo. Primero se vino el “Culiacanazo”, luego por fin se detuvo a Ovidio. Se vino su deportación y el secuestro de El Mayo en medio de la confusión. Con Ovidio en EU empezaron las negociaciones, lo que incluyó a su familia que se fue a EU. El hijo del Chapo se va a declarar culpable y pronto caminará por las calles como testigo protegido.