Por Fernando Vázquez Rigada
El número de migrantes y las remesas que envían cada año son la mejor radiografía del fracaso del país.
En Estados Unidos viven unos 12 millones de mexicanos y 40 millones de origen mexicano.
12 millones de personas implica una población superior a la de Uruguay, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Honduras o Bolivia.
El monto de remesas llegó el año pasado a casi 65 mil millones de dólares: unos 1.2 billones de pesos.
Esa cantidad supera en 100 mil millones de pesos a lo que el gobierno federal destina a programas sociales. De ellos, 836 mil se canalizan a programas prioritarios. El más importante: la pensión para adultos mayores que absorbe 483 mil millones de pesos. Las becas de educación básica, 79 mil millones; las de media superior, 41 mil millones. Y así.
Pero las remesas son un sustento muy importante para alrededor de 11 millones de personas.
Hay estados cuya estabilidad social depende en alguna medida de la llegada de esos recursos.
Michoacán, Guanajuato y Jalisco recibieron el año pasado transferencias desde Estados Unidos superiores, cada uno, a los 5,500 millones de dólares. La Ciudad de México y el Estado de México, más de 4,600 millones cada uno. Chiapas, 4,168 millones. Puebla, 3,367 y Veracruz 2,603 millones de dólares.
Exceptuando Michoacán, en las 7 entidades restantes vive casi la mitad de la población: más de 61 millones de habitantes.
De esos estados, Veracruz y Chiapas tienen más del 60% de su población en pobreza. Puebla cerca del 60%. Guanajuato y el Estado de México más del 40%. Jalisco, casi el 30%
Independientemente de la inyección de recursos a las economías locales, hay otros cuyas familias dependen mucho más de la llegada de remesas. Con respecto a su población, cada habitante de Michoacán recibe 1,142 dólares anuales, de Zacatecas 1,139 y Guerrero 912 dólares. Obvio: es una cifra gruesa: las remesas no llegan a toda la población sino a los más pobres. Eso incrementa el impacto en el bienestar de los más necesitados.
Si se aprueba un impuesto en Estados Unidos sobre las remesas, será un golpe muy severo para las familias receptoras. En la Cámara Baja ya se aprobó tasarlas con un 3.5%.
El promedio de remesa es de 350 dólares y el costo de envío hoy varía entre 5 y 10 dólares. Con el impuesto, de acuerdo a BBVA, se elevaría a entre 17 y 27 dólares.
Es probable que el impuesto no grave sino a la mitad de los envíos: aquellos de los indocumentados. Eso, sin embargo, golpea a los paisanos más vulnerables en Estados Unidos y también los expone.
Pero este debate pasa por alto lo fundamental: que esos paisanos se fueron no por gusto, sino por necesidad.
El éxodo implica un fracaso monumental de décadas. Expone, además, una vulnerabilidad más con respecto a los Estados Unidos.
México tiene el imperativo moral de sacar a millones de la pobreza, en un sentido amplio: no sólo darles un ingreso de supervivencia, sino servicios, vivienda, educación, salud.
Seguir repartiendo y enviando dinero no sacará a millones de la pobreza: una tristeza y una injusticia. Los apoyos los mantendrán a flote. Nada más.
La mezcla de programas sociales y remesas alivia, pero no cura.
Preparación, empleo formal bien pagado, incremento en la productividad, inversiones en infraestructura, investigación, innovación y desarrollo tecnológico.
Estado de derecho e instituciones.
Esa es la fórmula y no hay otra.
Los países más avanzados aceleran el ritmo y abren la distancia, aproximándose a un futuro marcado por la inteligencia artificial, la educación superior, la innovación continua.
Nosotros caminamos, despacio, en una banda que nos mantiene en el mismo sitio.
@fvazquezrig