Sin Estado moderno no hay Paraíso Morenista

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Por Francisco Montfort Guillén

¡Los tiempos son difíciles y alta es la hora! …Un gran trozo de historia naciente se separa para nosotros de los pañales del futuro…

Saint-John Perse

 

El asombro nos rodea. Vemos con estupor el fin de la época de organización planetaria de la humanidad en su primera gran fase. Significa el abandono de la relativa estabilidad de la posguerra con sus primeros <<treinta gloriosos>> años que permitieron crear el llamado Estado de bienestar en buena parte del mundo y otro medio siglo de estabilidad que vio desvanecerse la amenaza soviética.

La creación de la <<sociedad del consumo en masas>>, la <<sociedad del ocio y la recreación>>, la <<sociedad del espectáculo>> en fin, <<la sociedad postindustrial>> se va, desprendida del gran glaciar de nuestra <<sociedad en red>>, de la <<sociedad de la información>>, de la <<sociedad del conocimiento>>. Etapas o estadios socioeconómicos y culturales que apenas tuvieron eco en nuestro país, involucrando a algunas de sus élites.

Y junto con el asombro, nos acompaña el azoro. Un gran aturdimiento, una confusión nos envuelve cuando constatamos la aparente facilidad con que un puñado de países ha decidido poner fin a una era de prosperidad como antes nunca conocida, que sacó de la pobreza a millones de personas en niveles inimaginables en la historia de la humanidad.

Es la <<cuestión del desarrollo>> el motor que genera estos profundos cambios. En cambio, en la superficie de nuestra vida colectiva, flota la preocupación por la <<cuestión de la democracia>> y sus derivas. La política visible esconde el desarrollo socioeconómico que la transforma.

Después del último quinquenio nos sorprenden cuestiones que creíamos resueltas. << ¿Casi (un siglo) después de su triunfo y su agonía, sabemos qué es el nazismo? ¿Sabemos qué es ese nazismo al que evocamos y dirigimos constantes estocadas?>> se pregunta Edgar Morin en su obra Para salir del siglo XX. La reciente y notable producción de obras sobre este fenómeno político y la degradación de las formas democráticas de gobierno, no alcanza para saber con precisión en qué momento y cómo los aromas fétidos del fascismo se instalaron en nuestra cultura, alertando sobre los cambios que exige la organización de las infraestructuras de producción de bienes y servicios.

Hannah Arendt nos informaba que el fascismo está presto a triunfar, menos por cuestiones ideológicas apetecibles y más cuando la mayoría de la sociedad es indiferente a los hechos y a las verdades. Cuando se solaza en las mentiras y las acepta como verdades incuestionables. Cuando renuncia a pensar por cuenta propia y deja los asuntos que la conciernen sólo a los políticos, y sin control alguno.

Poco importa que la sociedad en cuestión sea plenamente moderna y desarrollada con un capitalismo maduro. Donald Trump busca un regreso del esplendor de su nación basado en las grandes fábricas manufactureras. Las manufacturas con las que sueña ya no existen más que en las periferias del capitalismo.

El progreso tecnológico generó mejores condiciones laborales y de vida con el arribo de las tecnofacturas, ciberfacturas, el descubrimiento del Tercer Estado de materia (vida orgánica después de la muerte), computadoras basadas en la física cuántica, la robotización a gran escala de fábricas y hogares, la producción en masa de mujeres y hombres con altas cualificaciones intelectuales y físicas en universidades de élite.

Es cierto que la época que se despide, con sus enormes logros en materia de riqueza generada y nuevas formas de organización social generó, también, enormes distorsiones de mercado y quiebres sociales, surgimiento de nuevos grupos de seres humanos descalificados, inutilizados y marginados de los buenos frutos del desarrollo.

Y todos estos cambios logrados, y los más intensos ya incubados que saldrán a la superficie social más temprano que tarde, parecen habernos tomados por sorpresa. En la superficie toman el carácter de problemas eminentemente políticos. Y todos estos malestares culturales y físicos que nos atormentan le han sido endilgados a la democracia, acusándola de no resolver los asuntos inherentes al desarrollo que lastiman a todos por igual, aunque a unos, los menos capaces, les afecte más profundamente.

Y no se ha puesto en cuestionamiento profundo el funcionamiento del Estado, como Aparato responsable de poder para gerenciar, conducir, administrar estos desfases entre las nuevas maneras de producir bienes y servicios, con la conducción política de sus demandas técnicas y humanas y con los profundos y novedosos procesos de modernización de las conductas y comportamientos sociales de los seres humanos ahora también expuestos a la auto explotación vivida como libertad según el filósofo Byung-Chul Han.

Y defendemos la <<Democracia>> en abstracto, pero le exigimos resultados concretos en ámbitos que no son de su incumbencia. Aunque ciertamente, debemos poner atención a la dimensión política para comprender nuestro presente y nuestro destino: otro problema más, y mayor, consiste en cómo concebir la política.

La pobreza de pensamiento político mezclada con la exuberancia de ilusiones políticas, nos conducen a las tragedias y desastres que ya atestiguamos en nuestro entorno. Si la política es el resultado del juego del error y de la verdad, entonces debemos tratar de incidir sobre el predominio que en estos momentos ejerce el error sobre la verdad.

En México vivimos bajo el imperio del componente alucinatorio de la percepción política, porque nos domina, desde el poder político, la miseria informacional. No podemos, sin pararnos a reflexionar, seguir la corriente del sistema de información que nos sumerge en la sobreinformación, la subinformación, la pseudoinformación administrada desde el poder político de Morena.

Morena destruye el Estado mexicano, lo deforma, lo mantiene contrahecho cuando lo que requiere el país es un Estado más regido por el derecho, más conducido por el saber de los expertos, más democrático en la conformación y aplicación de las políticas públicas, más promotor del crecimiento y mejor distribuidor de las riquezas producidas.

Morena gobierna desde el poder del <<saber de la chusma>> emergido de la lealtad sin conocimientos y con la información de internet. Una rápida revisión de lo que sucede en las redes, más la mediocridad de todos sus funcionarios, nos da como resultado que el círculo emisor/receptor político en nuestro país es sostenido por mentiras oficiales, emitidas principalmente desde las llamadas conferencias mañaneras, y sostenidas por artificios de publicidad pagada desde bots, troles y la maquinaria de apoyo de la mayoría de los medios de comunicación más tradicionales, pero no menos efectivos, de diarios, radio y televisión.

Así los mexicanos, sin que parezca importarles, <<ven que no existe lo que existe>> (un nuevo y gran aeropuerto), y lo que existe no existe (un tren súper maravilloso que <<como dios recorre la selva para unir a los mayas históricos con los mayas marginados de hoy>>. Nos manejamos en los pseudohechos que proclaman su auto verdad y que son confirmados por las autoridades. Resultan casi patéticos los constantes esfuerzos de intelectuales y periodistas, en todos los medios, por mostrar, explicando, mediante hechos y razonamientos, la cruel realidad que ya convive en nuestro diario devenir.

Destrucción de instituciones, despilfarro en inversiones inútiles o de escaso valor estratégico, desperdicio de talentos, robos descarados de los recursos públicos e impunidad sin límites, gobernanza sostenida en cuerpos policiales y grupos del crimen organizado, inseguridad pública y destrucción ambiental; corrupción, en fin, desenfrenada, pero ratificada en su condición fantasmal, pues es deificada con la popularidad de una mujer encerrada en su laberinto de vanidades agotadas y acotadas por la realidad de su físico.

Vivimos un momento prodigioso para encaminar al país por la senda del progreso si entendemos que requerimos más y no menos democracia, más Estado técnico y menos Estado de ilegalidades. Lo conseguiremos sólo si construimos un proceso sin autoengaños. Para logarlo requerimos de información real, derivada de hechos.

Morena insiste en gobernar con engaños y autoengaños. Desde el sexenio del señor López, como sucedió también desde el gobierno en Veracruz de Fidel Herrera, las informaciones públicas han sido truqueadas para mostrar logros imaginarios que reflejen la realidad vendida como mentira, que esconden fracasos y fechorías.

¿Usted ya ve el paraíso? ¿No ve lo que ven los dirigentes morenistas? ¿Ya disfruta de su chocolate del Bienestar? ¿Se siente a su gusto y a sus anchas en este nuevo paraíso morenista? ¿Es capaz de negar la existencia de este Estado paradisíaco?

 

francisco.montfort@gmail.com