Por Carlos Tercero
México comienza a perfilarse como actor estratégico en el comercio internacional gracias al Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT), que apunta desde ahora a posicionar al país como puente logístico entre Asia y América, conectando vía terrestre en un trayecto aproximado de nueve horas, a través de 308 kilómetros de vía férrea modernizada, los puertos de Salina Cruz, Oaxaca (en el Pacífico) y Coatzacoalcos, Veracruz (en el Atlántico), representando una alternativa real y viable al Canal de Panamá, en un momento en que las rutas tradicionales enfrentan crecientes desafíos, desde problemas estructurales hasta tensiones geopolíticas.
La reciente prueba exitosa realizada por la automotriz surcoreana Hyundai, que trasladó nueve mil vehículos a través del CIIT, no solo marca un logro logístico, sino también un mensaje contundente al mercado global: México está listo para asumir un nuevo rol como eje del comercio transpacífico. Esta operación, ejecutada por una empresa multinacional, demuestra que el corredor dejó de ser un plan, para convertirse en una infraestructura funcional y solución alternativa al comercio mundial. La eficiencia mostrada en tiempo y costos en este primer ejercicio es una señal alentadora para otros actores del comercio internacional, especialmente aquellos que buscan rutas más rápidas y eficientes, en un momento en el que el contexto global juega a favor del CIIT; la saturación del Canal de Panamá, agravada por fenómenos climáticos como la sequía que ha reducido su capacidad operativa al reducir los niveles de agua requeridos en las esclusas, ha llevado a que muchas empresas exploren rutas alternativas y, en este escenario, el Istmo de Tehuantepec resurge como una solución estratégica, no solo por su ubicación geográfica privilegiada, sino también por el enfoque integral del proyecto mexicano, que contempla no solo la conexión ferroviaria, sino también polos de desarrollo, parques industriales y una visión de largo plazo orientada al desarrollo regional sostenible.
A diferencia de otros proyectos de infraestructura que han quedado atrapados en discursos políticos sin avances sustantivos, el CIIT avanza con paso firme. Si bien es cierto que aún enfrenta desafíos logísticos, sociales y ambientales, su consolidación puede representar un antes y un después en la arquitectura comercial del continente. La clave estará en mantener la continuidad, garantizar el cumplimiento de estándares internacionales y atraer inversión privada bajo condiciones de certeza jurídica y sobre todo de seguridad en su operación y trayecto.
Si la experiencia de Hyundai se multiplica y se vuelve exponencial especialmente dentro del sector manufacturero asiático, el corredor será columna vertebral del comercio interoceánico, reconfigurando el mapa y rutas de comercio, ofreciendo un trayecto más corto y económica entre el este de Asia y la costa este de América del Norte, sin necesidad de atravesar el Canal de Panamá.
En términos políticos, el éxito del CIIT puede convertirse en el legado más importante de la administración de la Presidenta Claudia Sheinbaum. Si el proyecto logra consolidarse como una infraestructura clave del comercio global, marcará no solo un logro económico, sino también una victoria en materia de planeación estratégica de largo alcance, con efectos directos en el desarrollo del sureste mexicano, históricamente rezagado en términos de inversión y oportunidades.
El Corredor Interoceánico ha pasado de promesa de campaña a realidad. Su funcionamiento inicial, demuestra que México será nodo logístico entre dos océanos y que, en el actual entorno internacional se perfila como una alternativa estratégica que captará cada vez más atención para consolidarse competitivamente en un nuevo modelo de conectividad global, con amplios beneficios que deberán extenderse a nivel regional, sobre todo para Oaxaca y la zona sur de Veracruz que tanto requieren de un impulso que cambie positivamente su realidad, lo que pasa de forma obligada por revertir la elevada violencia e inseguridad prevaleciente.
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