La piel delgada
Por Javier Solórzano Zinser
En Morena, con razón, se critica con severidad la estrategia que lleva a cabo la oposición, particularmente en el Congreso.
Puede haber participaciones bien planteadas y fundamentadas, como la de Rubén Moreira, del PRI, la semana pasada, pero en lo general, la oposición se la ha pasado en la reacción por encima de la acción.
Una de las causas por las cuales la mayoría se maneja a sus anchas, más allá de su apoyo popular, es porque tiene enfrente a una oposición desdibujada que sigue sin superar las elecciones del 18 y 24 en que quedó materialmente hecha a un lado.
Mientras en Morena siguen trabajando en territorio, la oposición aparece como simple espectadora o en medio de argumentos reactivos y en muchas ocasiones bajo lugares comunes. En los meses que lleva la Presidenta en el poder se la han pasado en declaraciones de banqueta o participando en mesas en redes y medios de comunicación en donde despotrican en contra del Gobierno y su partido sin que nada de ello termine por realmente trascender.
Es ciertamente muy difícil el papel de la oposición, pero también hay que identificar que se lo acabó ganando a pulso. No hay avance porque su desmovilización es cada vez mayor y entre la intransigencia de la mayoría y la incapacidad para argumentar se va haciendo cada vez más pequeña. Cada vez es más difícil identificar en la vida cotidiana, a quienes pertenezcan a otro partido político que no sea el de la mayoría.
Morena y sus aliados están actuando como se les antoja.
Les importa poco o nada el Estado de derecho porque saben que tienen la maquinaria para hacer lo que quieren, ya han ganado posiciones estratégicas en el TEPJF y en la Corte, con la reforma al Poder Judicial y sin ella. López Obrador se encargó de ello y la mejor muestra fue cómo designó a la hoy autollamada ministra del pueblo.
Se han venido tomando decisiones por encima de la ley bajo el argumento de que “representamos al pueblo”. Independientemente de esta consideración habrá que reconocer algo que es ciertamente polémico. Por más que haya una representación popular se vive en un Estado de derecho y la mejor manera de mantener la democracia como forma de vida es defenderla, a pesar de que en ocasiones pudiera ir en contra de los planteamientos que hace la mayoría.
Lo que ha pasado en los últimos meses es profundamente delicado, porque la mayoría actúa sin contrapeso alguno. Lo que estamos viendo es más bien cómo el interior del partido gobernante se dan confrontaciones que están siendo un elemento que puede trascender en la división interna, la cual paradójicamente puede terminar por ser lo que permita a la oposición crecer. Las confrontaciones en Morena y con el PT pueden minar a la mayoría por encima de la propia oposición.
Al mismo tiempo lo que está pasando está colocando a Morena y sus aliados sin el más mínimo recato ante nada. Cada vez les molesta más la crítica y les está dando el síndrome de la piel delgada. Ante cualquier observación o análisis responden con soberbia, y en muy pocas ocasiones con la autocrítica por delante.
La crítica nunca ha sido el fuerte del Gobierno pasado ni de éste. Las situaciones más difíciles terminan por ser minimizadas y además el ejemplo cunde por doquier. Es cuestión de ver cómo la gobernadora de Morena por Baja California remite a un asunto administrativo y menor el que le hayan revocado su visa estadounidense. Desde hace tiempo este asunto lo traen nuestros vecinos en la mira, no pasemos por alto el que Trump siga teniendo en su radar a los políticos mexicanos que estén eventualmente ligados al narcotráfico.
Lo que son las cosas, Morena puede perder vuelo por sus confrontaciones internas, por la falta de autocrítica y porque cada vez tiene la piel más delgada.
RESQUICIOS.
Se está transmitiendo en HBO una muy bien documentada serie llamada Culiacanazo. Parte del primer intento por detener a Ovidio Guzmán y alcanza los últimos acontecimientos, lo que incluye el secuestro de El Mayo.