Por Ruby Soriano
Las campañas para la elección de jueces, magistrados y ministros del poder judicial en México, están a unos días de cumplir su primer mes. El desencanto y la politización cada vez más frontal de varios de los aspirantes, ensombrece un proceso que sigue mostrando los sesgos y vicios de origen.
Tómbolas, listas parchadas, nombres duplicados, participaciones desiertas, declinación ciudadana para intervenir en la organización de la elección, pocas casillas, reglas flexibles y conteo de votos sin manos ciudadanas son algunos de los retales que marcan una elección con un alto poder de manipulación y extinta democracia.
Hemos sido testigos de un show mediático donde se vendió a los aspirantes a cargos judiciales, una narrativa de campaña electoral, que, si bien refleja las señales de una elevada politización, confundió a los ciudadanos, muchos de los cuales han tomado con poca seriedad la oferta jurídica de quienes van tras algún hueso, perdón, cargo dentro de la Suprema Corte de Justicia y en la estructura judicial en el país.
Las campañas han llenado de jocosidad las redes sociales, donde se va de la risa al lamento por el ridículo de muchísimos candidatos judiciales quienes se han olvidado de la llamada carrera judicial, para sembrar la idea de que cualquiera puede llegar a dictar sentencias e impartir una nueva justicia donde por lo visto se vale de todo para llegar.
Muchos de estos personajes se han dado a la tarea de “ofrecer”, cuando es lo menos que pueden hacer en su carácter estrictamente de candidatos a cargos desde donde se impartirá justicia en el país.
Seguirle la ruta a nuestro voto nos puede ayudar a entender si realmente vamos a influir en las acciones de estos personajes que hoy los vemos haciendo campaña gracias a los compadrazgos, conectes e instrucciones que conducen a personajes de la política nacional.
Si usted vota por uno de los candidatos que aspiran a cargos en el poder judicial será muy complicado seguirle el rastro al candidato, pero lo que es peor, exigirle cuentas o bien que rinda informes sobre la impartición de justicia que aplicará de llegar al cargo.
Y es que la realidad es cruda pero esta elección cuenta con un sesgo gubernamental monumental.
Es un hecho que desde estos momentos en diferentes zonas del país, la mano politizada de Morena y sus aliados inició la operación logística para habilitar acarreo y voto corporativo, usando las bases de militantes y accionando el respaldo colectivo como bloque de voto masivo, a todos aquellos que se comprometan a llevar un determinado número de votantes a cambio de alguna prebenda, es decir, siguiendo los patrones de una elección tradicional, donde el acarreo es clave para asegurar votaciones numerosas que legitimen los comicios judiciales.
Seguramente el 1 de junio, estas elecciones nos darán una idea de la elevada politización de un poder judicial que está muy lejos del sensor ciudadano.
Los resultados son previsibles y poco alentadores frente al desconocimiento y desconfianza que sigue prevaleciendo en una sociedad que por momentos y desde hace meses, parece permanecer en una huelga social de brazos caídos.
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