¿Quién manda?

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Por Carlos Tercero

Recurrentemente, los detractores de la presidenta Sheinbaum han acusado que es alguien más quien ejerce verdaderamente el poder y toma las decisiones importantes del Gobierno de México; nada más alejado de la realidad. La conducta humana, el acontecer político, histórica y ancestralmente nos han mostrado que el poder no se comparte o caso contrario se diluye, pues en palabras de Michel Foucault, “el poder no se posee, se ejerce”, dado que no se trata de una sustancia sino de un intangible que se percibe difuso en la sociedad.

Lo que, sí es cierto, es que los compromisos y acuerdos existen de forma natural e intrínseca a la política, a la búsqueda y sobre todo estrategia de permanencia en el poder, lo cual se logra a través de grupos que en ocasiones rebasan a los partidos políticos de origen. Pero estos fenómenos y suspicacias del poder, no son exclusivos de ninguna persona, grupo, época o lugar. Tan solo en Estados Unidos, potencia mundial que hoy gobierna disruptiva y contundentemente el presidente “King” Trump, ha venido creciendo exponencialmente la creencia, incluso molestia colectiva por la percepción de que, quien realmente está al mando en la Casa Blanca, es el empresario más rico del mundo, quien parece haber tomado el control de varias dependencias del gobierno, que la ciudadanía observa como un agravio al orden constitucional; teniendo como base de operaciones al “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE, por sus siglas en inglés), al tiempo de acumular un poder personal sin precedentes en un “ciudadano”, dado que no se trata de un funcionario electo, ni es miembro del gabinete, ni su nombramiento ha sido puesto a consideración del Congreso o el Senado y, sin embargo, tiene oficina en el Ala Oeste, cerca de la Oficina Oval en la Casa Blanca. El billonario “cogobernante”, está desmantelando varias agencias federales, ordenando recortes presupuestales y despidos masivos, obteniendo acceso igualmente masivo a datos oficiales, sensibles del gobierno, que se asume, deben estar descargados ya en los servidores de sus empresas, es decir en el ámbito privado.

Este fenómeno de “dualidad” en el ejercicio del poder en el país vecino del norte, difícilmente se puede considerar una cesión del mando a la oligarquía económica; a Trump lo podrán acusar de muchas cosas, menos de falta de inteligencia; como estratega y hombre de negocios seguramente su visión es la de trasladar la eficiencia y rentabilidad del sector empresarial a las estructuras del gobierno, a riesgo de no entender la diferencia entre un ámbito y otro; mientras en la iniciativa privada se potencian las utilidades con grandes ahorros y no con grandes inversiones; en la contraparte pública, los ahorros malentendidos detonan subejercicio, falta de atención ciudadana y subdesarrollo; lo que eleva la eficiencia del gobierno es precisamente las grandes inversiones sociales y en infraestructura con beneficios directos en empleo, disminución de la inflación, gobernabilidad y bienestar. Es eminente que un personaje de la estatura del Presidente de Estados Unidos, jamás delegaría ni compartiría su poder, lo que sí es altamente probable, es que esté compartiendo o delegando la responsabilidad, sobre todo aquella que se impone desde la opinión pública aunque ello implique obviar el deber ser, sustituyéndolo por algo más “amargo”, por tratar de explicar de alguna manera, cómo es que se pasó del must al musk.

En fin, si esto sucede en los más altos niveles de la política en las naciones, qué esperar de instancias menores en las que hay quienes, oficiosamente, desde las inmediaciones del Golfo de México, se sienten dueños fundadores, franquiciadores de los derechos de afiliación a un partido político, institución que en esencia no debe ser más que un puente, un canal para que la ciudadanía acceda a los espacios de participación, poder y representación popular, que debería de recibir con el mejor de los agrados que políticos de carrera, probados y aprobados en las urnas, reconsideren su filiación política para reforzar un nuevo partido o movimiento dispuesto a alcanzar la transformación nacional. No se puede perder de vista que, en las democracias, el verdadero poder emana y reside en el pueblo, sus gobiernos, gobernantes, partidos y actores políticos, son transitorios y, por tanto, quien manda es el pueblo.

3ro.interesado@gmail.com