La oposición en la inexistencia
Por Javier Solórzano Zinser
La fortaleza de la democracia tiene que ver entre otros factores con los equilibrios políticos y la correlación de fuerzas.
En medio de responsabilidades compartidas a lo largo de estos años, hemos visto cómo todo este estratégico proceso se ha diluido.
La Presidenta está gobernando con su mayoría, los empresarios y los sindicatos afines —los cuales se multiplican día tras día—, y con una mayoría silenciosa que le apoya como ve en las encuestas.
Más que existen equilibrios con estas fuerzas sociales y políticas estamos ante sectores que por diversas razones se manifiestan y acercan al Gobierno. Es un acuerdo de conveniencia mutuas y hasta de sobrevivencia.
La gran paradoja es que un gobierno que se autodefine de izquierda ha hecho más ricos a los ricos y ha logrado reducir de manera notoria la belicosidad y crítica empresarial.
La oposición política está desaparecida. La Presidenta no tiene por qué preocuparse de ella. La ha ido aislando para lo cual tiene a la efectiva secretaria de Gobernación o a su mayoría abrumadora en el Congreso.
La Presidenta toma decisiones sin atender a las fuerzas partidistas de no ser que no sean las propias. Le cabe la razón práctica, porque al estar la oposición perdida termina por desaparecer en el debate nacional.
Es cuestión de ver lo que ha pasado estos días en que hemos estado metidos en una discusión de enorme importancia, sin exagerar, con tintes históricos, en que no se sabe dónde está y cuando se asoma equivoca el discurso.
Pasa de la crítica severa por las reacciones presidenciales ante las amenazas del planteamiento original de Trump, a un silencio inexplicable al no considerar en su análisis y narrativa lo sucedido a partir de las llamadas telefónicas que ha llevado a nuevos escenarios. No tiene capacidad de respuesta y se la ha pasado en el proceso de reacción más que de acción.
Guste o no, se llegó a un acuerdo posible, más que deseable, a pesar de que éste, como decíamos ayer, lo único que hace es postergar lo que tarde que temprano puede acabar pasando.
La Presidenta tiene claro que al no tener a la oposición como interlocutor la hace a un lado bajo parámetros de conveniencia, pero también bajo una mirada unilateral descartando la importancia que significa, como fuere, la cohesión interna.
No es claro qué es lo que tendría que hacer el Gobierno mexicano durante este mes para poder satisfacer las exigencias de Donald Trump. Al tener demasiados frentes abiertos en lo interno, producto de la inseguridad ligada a la violencia y a la corrupción, la capacidad de maniobra disminuye. Los gobernadores de oposición van jugando un papel estratégico y han entendido la relevancia de sumarse a la Presidenta sin importar el color político. Se entiende por el papel que juegan en sus estados, pero también por todas las consecuencias que pueden traer la eventual materialización de las amenazas de Trump; hay estados como Jalisco y Guanajuato que son claves en el tema de la seguridad y el narcotráfico.
La oposición seguirá en la sombra. No se ve que pueda jugar un papel importante y sigue sin percatarse que con su debilidad golpea a la democracia, no tiene el poder que sólo lo dan las urnas.
La Presidenta tiene gran consenso. Pero el hecho de que no haya una oposición partidaria la puede llevar a las tentaciones de la unilateralidad.
El escenario se agrava, porque en cualquier democracia los equilibrios políticos conforman su construcción y trascendencia.
Claudia Sheinbaum está en camino de tener mucho más poder que su antecesor, el cual dejó una herencia que mucho tiene que ver con lo que estamos viviendo.
RESQUICIOS.
Muchas críticas merece el Poder Judicial. López Obrador y la Presidenta, con argumentos que en muchos casos no se han sustentado, se han dedicado a intensificar la bronca. Como ésta todavía no termina con todo y la reforma, le mandaron a la Corte un mensaje más de despedida al no invitarla a la ceremonia del 5 de febrero.