Zero Miedo de volver al Juego Profundo

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Por Jorge Negroe

Después de algunas semanas de descanso por motivos tanto personales como de fiestas navideñas, hemos regresado a las andadas en esta columna de El Juego Profundo, con cero miedo de volver a escribir semanalmente estas pequeñas reflexiones que utilizan al deporte como excusa para hablar de política, economía, cultura, sociedad, religión y otras intersecciones parecidas.

Recuerdo que hay quien me decía que yo no hablaba de deporte, porque no me refería exactamente a las reglas o a la práctica del mismo, a los ratings de los deportistas o a los records y marcadores que estos ponen e imponen, ni mucho menos a los chismes de vestidores o posibles contrataciones futuras en los clubes. Sin embargo, yo le contestaba a esa persona que el deporte era más que la práctica, las estadísticas o los chismes, pues entenderlo de esa forma era reducirlo sólo a entretenimiento.

Y esta idea no es sólo de ahora, pues ya antes se escuchaban frases como: “es lo más importante entre las cosas menos importantes”, para referirse por ejemplo al futbol, mismas que son replicadas por mucha gente, quien no se da cuenta que el deporte tiene una incidencia económica, social e incluso política mucho más fuerte de lo que nos han hecho creer.

Para empezar muchos clubes tienen un funcionamiento empresarial importante manejando miles de millones de dólares, hay deportistas que son marcas por sí mismos o representan algunas de ellas, hay usos políticos de clubes de futbol (como sucedió con los Tiburones Rojos, por nombrar un caso conocido), pero también quienes incursionan en la política como Cuauhtémoc Blanco, además, no sólo el practicarlo, sino el sólo hecho de volverte aficionado de tal o cual club y empezar a consumirlo, te crea una apropiación que construye significados, lo cual también es motivo de interés.

Respecto al nombre de la columna, no se trata de un juego de palabras ni tiene nada que ver con los albures, más bien es mi forma de homenajear a uno de los antropólogos más importantes del siglo pasado, el estadounidense Clifford Geertz, quien nombra de esa forma al análisis de significados que hace de la pelea de gallos en Bali, Indonesia, profundizando en su simbolización, las apuestas alrededor del mismo, su impacto e importancia social, su prohibición, entre otros factores, yendo más profundamente a cada nivel de observación. Por lo tanto, el análisis de un deporte más allá de lo lúdico o lo evidente, me remitió inmediatamente al trabajo de Geertz.

Sé que por el nombre de esta entrega, quizá los conocedores de la lucha libre estén esperando que toque el tema del luchador Pentagón Jr. “Zero Miedo” (si es que llegaron leyendo hasta esta parte y no desistieron antes entre mis rodeos), quien acaba de ser contratado por la WWE (las luchas gringas, pues), para ser parte de las transmisiones que la compañía de streaming Netflix acaba de anunciar para los lunes.

Es así que este luchador originario de Ecatepec, quien hizo músculo trabajando en la Central de Abastos de su municipio, causó gran expectativa respecto a su debut en la compañía estadounidense, pues muchos mexicanos miraron las dos horas que duró la transmisión de la lucha realizada en el Intuit Dome en Los Ángeles, California, sólo para descubrir que este no se presentó.

¿Tuvo miedo? No lo creo, más bien fue parte de la campaña de Netflix para atraer público de nuestra nación, y obtener buenas métricas en esta primera transmisión. Además, la razón por la que Pentagón Jr. se hace llamar “Zero Miedo” es para demostrar que no teme el utilizar ese nombre, el cual según las leyendas de la lucha mexicana, está maldito, pues su portador anterior sufrió una terrible lesión.

La imagen de Pentagón Jr. es la de una persona luchona (literalmente) y humilde, que representa al barrio y luego de ganar campeonatos de AAA, presentarse brevemente en el Consejo Mundial de Lucha Libre y pasar por el circuito independiente, ha llegado hasta el pináculo más alto, como lo es el pertenecer a la WWE para muchos de los luchadores, (aunque no para todos, porque también están los nacionalistas que aspiran a brillar sólo en México, pensamiento muy válido también desde mi punto de vista), es así que “Zero Miedo” no sólo cargará con el estigma de ser mexicano en un país cada vez más intolerante y racista, sino que tendrá que vencer la “maldición del nombre” que trata de contrarrestar con su apodo.

Además, cuenta con una escuela y una arena de luchas llamada la Arena del Valle, ubicada precisamente en Ecatepec, portando orgulloso esa regionalidad, lo cual ha atestiguado con youtubers como Lalo Elizarrarás (el Iztaparrasta), con quien fue a comer unos tacos en el barrio, aunado a esto, el grito de “¡zero miedooo!” es coreado afanosamente por sus seguidores en cada función donde aparece, recordando la figura del héroe popular que sale del barrio, pero que no deja que el barrio salga de él. Incluso lo fue en la Arena Xalapa, pues la Promotora de Clase Mundial del Hijo del Tirantes lo llevó en diciembre del 2022.

Con esta reflexión cierro la entrega de esta semana, argumentando que la columna seguirá, con cero miedo y escuchando por igual críticas y opiniones al respecto, las cuales, sobra decir, son super bienvenidas por mí.