Por Sandra Luz Tello Velázquez
La Navidad se ha transformado en una carrera desenfrenada para mostrar los mejores ornamentos en las casas (por cierto, en las tiendas empiezan a promoverse y venderse desde octubre), para conseguir el regalo perfecto, el atavío personal más lujoso, moderno o llamativo. Es decir, se nos ha olvidado que la celebración central de los días 24 y 25 de diciembre gira en torno al nacimiento de Jesucristo, tal como se narra en los evangelios de Mateo y Lucas.
Hace unos días me preguntaba ¿por qué los festejos navideños han perdido su sentido original para cederlo a la frivolidad? Quizá implica una suerte de compulsión, de dispendio o moda, es innegable que, en la actualidad, el espíritu navideño se diluye en el mar del consumismo desenfrenado.
Es evidente que las campañas publicitarias son más sofisticadas y nos bombardean con imágenes idílicas de familias felices rodeadas de regalos. Las marcas se aprovechan de las emociones asociadas a la Navidad para impulsar el consumo, lo que hace a esta época la más lucrativa del año.
También es real que el internet, las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales y digitales influyen en el desarrollo de esta cultura consumista. Basta recordar que hay cientos de imágenes en Pinterest dedicadas a promover adornos navideños; sin duda, el mercado de las decoraciones recauda miles y miles de dólares y en muchos casos, la celebración del nacimiento de Jesús se reduce a una serie de figuras minúsculas puestas en una esquina de la casa.
En este año, hasta la IA forma parte de la celebración navideña, solo hay que navegar por Instagram para encontrar esta red social inundada por fotografías familiares con fondos de cálidas chimeneas humeantes, con calcetines colgando de ellas, la blanca nieve escurriendo por la ventana, mientras el enorme árbol canadiense ilumina el ambiente. Estas son imágenes alejadas de la realidad que se vive en nuestro país.
Tendríamos que recordar que la celebración del nacimiento de Cristo tiene el origen más humilde, sencillo y enternecedor. Se trataba de una familia perseguida que encontró refugio en un establo o cueva y aún azotados por la intemperie, María dio a luz a un pequeño que se convertirá en el personaje más relevante en la historia de la humanidad. Durante el nacimiento de Jesús no había árbol, ni esferas, ni regalos; no hubo cena, ni brindis, no había muérdago o nieve falsa, ninguna serie de luces adornaba el ambiente, pues lo importante es que Dios se hizo humano en Jesús para que los hombres se llenaran de esperanza, fe y pudieran comprender y vivir en el amor.