Una narrativa de 6 años
Por Javier Solórzano Zinser
En medio de tintes de irracionalidad y bajo una confrontación claramente establecida, la Corte está viviendo sus últimos días como la hemos conocido.
Lo que viene es un enigma. Por ahora los signos de lo que pueda pasar van de la mano de la impreparación, militancia, improvisación y ocurrencias con un proceso de elección en el Poder Judicial inédito y confuso.
El contenido del último informe de la presidenta de la Corte, Norma Piña, es el reflejo de los términos bajo los que se encuentra la Corte y la confrontación. El tribunal, sin duda, merece una serie de críticas, las cuales en buena medida tienen que ver con lo que ha sido el Poder Judicial en nuestro país en los últimos años.
Algo que se le debe señalar en general a las y los ministros fue que, a pesar de que ejercieron el control durante un buen tiempo, no se dieron el espacio para desarrollar un nivel de autocrítica, y tampoco abrieron espacio para escuchar las muchas voces que le venían haciendo observaciones al tribunal supremo.
A pesar de todo ello, no tienen sentido las respuestas de algunas ministras claramente empáticas con el Gobierno. La autollamada “ministra del pueblo” dijo que eran los últimos “manotazos” de la ministra presidenta y de una “vieja” Corte.
Su opinión se suma a los muchos juicios que ha hecho sobre las y los ministros pasando por alto los innumerables errores que ha cometido como ministra, a lo que hay que sumar las clases gratis que en muchas ocasiones ha recibido en la Corte; es público que lo que le mueve ahora es ser la presidenta del máximo tribunal, es cuestión de tiempo.
La Presidenta Claudia Sheinbaum también se unió a las críticas a la ministra presidenta. Negó de manera categórica que hubiera algún tipo de ataque desde el Gobierno y particularmente desde la Presidencia.
Se podrán decir muchas cosas y argumentar otras tantas, pero lo que está a la vista a lo largo de estos años es que se ha atacado a la Corte y al Poder Judicial sistemáticamente, a veces con argumentos válidos, pero otras muchas sin elementos que tengan peso y valor. López Obrador se encargó a lo largo de años de auténticamente dinamitar a las y los ministros y, sobre todo, al Poder Judicial.
Aunque se diga lo contrario, se construyó una narrativa que fue clave para el momento que estamos viviendo. López Obrador se encargó de materialmente en cada mañanera referirse al Poder Judicial y a los ministros de manera ruda desacreditándolos, poniendo sobre la mesa argumentos que en muchos casos estaban cargados de lugares comunes y que cuando fueron objeto de contestación en la mayoría de los casos terminamos con la afamada expresión de “tengo otros datos”.
Se construyó una narrativa bajo la cual se fue creando una verdad que acabaron expandiendo, como si fuera la única. Al igual que en otros temas se atacó, se señaló y trató de evidenciar, sin presentar en la mayoría de los casos elementos que pudieran incluso terminar en los tribunales y si fuera el caso en la cárcel.
En el caso de Segalmex aparecieron por todos lados personajes que podían haber tenido que ver con el fraude del sexenio, pero en el caso concreto del director, López Obrador se la pasó disculpándolo bajo argumentos que a la distancia no se sostienen: el director estaba rodeado de priistas.
No se trata de asumir la defensa de la Corte. Lo que no se debe permitir y no tiene sentido, sería que quisieran sujetarla y controlarla con personajes del oficialismo.
No hay manera de negar la narrativa en contra del Poder Judicial de López Obrador, fue una cantaleta que terminó por penetrar después de seis años.
RESQUICIOS.
Trump ya mandó embajador. Ronald Johnson tiene antecedentes militares, de inteligencia, la CIA y diplomáticos, fue embajador en El Salvador y se entendió con Bukele. Ahora veremos a quién decide la Presidenta colocar en Washington después de una gestión afortunada, contra viento y marea, de Esteban Moctezuma.