Quebradero

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Ven y tómate la foto

 

Por Javier Solórzano Zinser

Como en los viejos tiempos, el gobernador de Sinaloa vino a la CDMX para que lo apapachara la mayoría.

Las y los legisladores morenistas se sentaron con él para la foto de rigor y para mostrarle, bien a bien, no sabemos a quién, que el señalado gobernador tiene todo el apoyo de Morena.

En Sinaloa las cosas se ven de manera diferente. Los ciudadanos viven en vilo y poco a poco han ido cediendo espacios ante la violencia cotidiana. Los estadios de futbol y beisbol han dejado de ser el centro de la sociedad y los equipos locales han optado por irse.

Los Dorados van a jugar sus últimos tres partidos de la temporada en Tijuana. Sus directivos de plano han pedido que los sinaloenses que radiquen en la ciudad fronteriza los apoyen en los juegos que restan.

Sinaloa está en estado de excepción. Una de las razones de la confusión y confrontación es el propio gobernador. Sigue siendo un enigma si estuvo o no en la finca donde fue asesinado Melesio Cuén y donde también fue secuestrado Ismael Zambada, hecho del cual nos enteramos originalmente por una carta del narcotraficante, lo cual fue posteriormente avalado por la FGR.

El gobernador vino a que lo apapacharan, y a sacarse la foto y a buscar un apoyo que poco o nada le ayuda para resolver los brutales problemas internos. Rocha Moya empieza a ser pieza prescindible. Los ciudadanos lo encuentran rebasado y la situación, particularmente en Culiacán, está fuera de control.

Las autoridades locales siguen a la espera de que decidan ponerse de acuerdo los Mayitos y los Chapitos, en tanto que el Gobierno federal no pareciera que en lo público le dé la debida importancia a lo que pasa.

La violencia en este inicio de sexenio empieza a permear en varios estados del país. En Guanajuato colocan dos coches bomba que lesionan severamente a tres policías; en Chiapas asesinan a un sacerdote que había denunciado la inseguridad y la presencia de grupos delincuenciales en el estado; en Guerrero el presidente municipal de la capital es decapitado dejando su cabeza en el techo de un automóvil; en Michoacán asesinan a empresarios limoneros y en la CDMX la lideresa de los comerciantes es atacada de manera brutal, a la vista de todos y del C5, en el Centro Histórico.

Muchas otras cosas han estado pasando, las cuales como llegan se van. Las que hemos mencionado quedan, porque se convierten en elementos mediáticos y de atención ciudadana, pero no por ello al paso del tiempo se quedan en el imaginario colectivo.

De un día a otro pasamos a otro tema, a otro asesinado, a otro decapitado, a otro enfrentamiento en las calles en medio de declaraciones de lugares comunes: “Nos encontramos indignados”, “iremos hasta las últimas consecuencias”, “atraeremos la investigación” o como sucedió en Tabasco, en donde el gobernador aseguró que la violencia en Villahermosa era “propagandística”.

El nuevo Gobierno debe hacer un serio y autocrítico acuse de recibo. Se entiende que traemos una secuela de violencia y somos de la idea de que lo que está pasando no necesariamente tiene que ver con avisos, amenazas o manifestaciones para calar al nuevo Gobierno.

Sin embargo, el principal problema sigue siendo la inseguridad y la violencia que se va convirtiendo en una forma de vida entrando en los terrenos de la normalización; los gobernantes no pueden seguir bajo la idea de minimizarla como lo hacía el expresidente.

Por más que haya apoyo al gobernador de Sinaloa, la pregunta es si en Morena no alcanzan a tener autocrítica y preguntarse qué es lo que ha provocado que las cosas estén como están; es de risa culpar a Francisco Labastida de lo que está pasando, de risa y preocupante.

RESQUICIOS.

El senador Javier Corral aseguró que la elección en la CNDH será “transparente y sin una decisión predeterminada… vamos a hacer nuestra tarea”. Pero el papel del legislador será una buena prueba de su alcance a sabiendas que quien encabeza la Comisión es la candidata de la mayoría, aunque no lo digan en voz alta.