Quebradero

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La ventanilla de la Presidenta

 

Por Javier Solórzano Zinser

Si bien los hechos de violencia que se han presentado desde que tomó posesión como Presidenta Claudia Sheinbaum no necesariamente tienen que ver con el pasado reciente, es claro que cada vez son más preocupantes e intimidatorios. No tiene sentido señalar a los medios y adversarios como ejes propagandísticos.

No hay otra manera de ver  que no sea como brutal y hasta macabro el asesinato del presidente municipal de Chilpancingo. Seguimos sin saber quiénes fueron los asesinos y los autores intelectuales y nos tememos que podíamos ir caminando una vez más con rumbo al terreno de la nave del olvido.

La forma en que presumimos fue asesinado pone en evidencia la brutalidad de la impunidad. Pero el hecho de que hayan dejado su cabeza encima de un automóvil y su cuerpo al interior del mismo es un mensaje para la sociedad toda, no sólo para las y los guerrerenses.

Si bien el hecho se enmarca centralmente en escenarios locales, es claro que nos compete a todos. Es la violencia extrema bajo la cual ha vivido durante años Guerrero y ante la cual no se ha logrado frenar ni atemperar sin importar que gobierne PRI, PRD o Morena.

Otro hecho brutal con mensajes múltiples que también ya está en la ventanilla de este sexenio fue el asesinato el domingo pasado del sacerdote tsotsil Marcelo Pérez Pérez en San Cristóbal de las Casas, minutos después de haber oficiado una misa. El prelado había recibido en varias ocasiones amenazas, difamaciones y hostigamiento por su lucha frontal contra los grupos de poder que han ido ganando territorio en Chiapas en medio del desgobierno.

Pareciera que al final todo se remite a manifestar la indignación y prometer una investigación no sin antes, plantear si se puede atraer el caso a la FGR o si se queda en el orden local, de ahí no pasamos en la mayoría de los casos.

Independientemente del voto mayoritario para Morena en casi todo el país, lo cual en muchos casos llevó al partido oficial a conservar gubernaturas como en el caso de Chiapas, resulta particularmente crítico que al interior del partido no haya una evaluación clara respecto a la gestión de los gobernantes. Que hayan ganado Morelos, Veracruz, Chiapas e incluso Tabasco, no quiere decir que los gobiernos de Morena en estos estados hayan sido aceptados y hayan presentado conclusiones favorables para la ciudadanía.

Lo que dejó Cuauhtémoc Blanco en Morelos es materialmente un desaguisado y una pesadilla. Como ganó Morena no hay manera de llevar a cabo una investigación a fondo, porque en lugar de buscar responsabilidades en la gobernabilidad de los últimos años se opta por el silencio y la complicidad, ante la cual la nueva gobernadora tendrá que hacer magia para poder superar el estado tan brutal en que dejó el exfutbolista a Morelos, particularmente en los temas de seguridad; no es casualidad que echaran toda la maquinaria por delante para colocar al ahora exgobernador en la Cámara de Diputados.

Mucho de lo que está pasando en diferentes estados empieza a tener que ver con lo que se hizo y no se hizo en el pasado sexenio. El plan de seguridad tiene en el tiempo su mayor exigencia, pero también en su estrategia que no puede conservar lo que hasta ahora se ha venido haciendo como lo demuestran los muchos hechos de violencia que se han vivido desde el 1 de octubre.

Se va acabando el argumento y en ocasiones el pretexto de echarle la culpa de todo al pasado neoliberal. Ya llevamos varios años en que son otros los personajes que atienden en la ventanilla, lo que incluye a quien desde el 1 de octubre gobierna.

RESQUICIOS.

Si de por sí lo que está pasando en Sinaloa  día con día es cada vez más grave y delicado, habrá que agregar que el gobernador se encarga de que todo sea más complejo. En Presidencia deberían de tener los focos rojos, porque la fiscalía del estado simple y sencillamente mintió y el gobernador ni las manos metió.