Imprescindible, pero debe cambiar
Por Javier Solórzano Zinser
Bajo la estrategia de deshacerse de los institutos autónomos habrá que preguntarse si ya que están echados a andar no vaya a ser que en el camino coloquen a la CNDH en su radar.
Si no lo han hecho quizá se pueda deber a que la Comisión ha trabajado a lo largo del sexenio como un apéndice del Gobierno, teniendo particular cuidado en señalarle poco o nada a las autoridades oficiales.
La CNDH ha dejado de tener la fuerza de los últimos años. Se ha visto lejana de grupos de la sociedad civil que han presentado sistemáticamente denuncias ante el Gobierno, particularmente por los temas de seguridad, desplazamientos y desapariciones, y denuncias ante dependencias oficiales en casos señalados como salud y seguridad.
La CNDH se ha dedicado a investigar con discrecionalidad muchas demandas que ha recibido. El expresidente López Obrador tuvo particular atención en que Rosario Piedra la encabezara. En buena medida como un reconocimiento a la invaluable y trascendente lucha de su madre, doña Rosario Ibarra de Piedra. La lucha política de las mujeres en nuestro país no se puede entender sin el concurso de doña Rosario.
El problema ha sido que la gestión de Rosario Piedra ha estado lejos de estar cerca de todos y todas quienes presentaban denuncias y, en general, se le ha visto lejana de los ciudadanos y cercana al poder político.
Al interior de la Comisión se fueron sumando problemas, a tal grado que el Consejo Asesor acabó por renunciar debido a que su presidenta no tomaba en cuenta las opiniones de sus integrantes, quienes de manera solidaria y con convicción participaron de los trabajos de la CNDH.
La Comisión es uno de los grandes logros de las luchas políticas en el país a la vez que nos vino a poner a la par con la comunidad internacional. Ha tenido una afortunada evolución. En todos estos años la sociedad la ha hecho suya con la convicción de que ello se debe a su autonomía y a la certeza de que los ciudadanos eran atendidos.
No se soslayan los muchos problemas que a lo largo de los años ha tenido y tiene el hecho de que la CNDH sigue en los terrenos de las recomendaciones a los entes oficiales denunciados, lo cual le quita dientes.
En muchos casos sus recomendaciones han sido para algunos gobernadores, presidentes municipales, integrantes de los aparatos de seguridad, funcionarios, entre otros, como las llamadas a misa. Durante estos años hemos visto cómo se archivan las recomendaciones por más que se insiste en ellas, terminan en los archivos de las dependencias a pesar de las presiones para que respondan y actúen de manera diferente. Solamente quienes consideran de primera importancia los derechos humanos acaban por atender las recomendaciones.
El elemento medular de la CNDH es su autonomía. Colocarla como apéndice del Gobierno le quita su valor, operatividad y, sobre todo, su peso en la sociedad. Uno de los elementos que la sociedad pondera de la CNDH es que se ha convertido en un referente y en un espacio de denuncia, la cual, en los últimos años, ha perdido espacios que costaron mucho trabajo alcanzar.
El mes que entra se va a llevar a cabo el proceso para decidir quién será el próximo presidente o presidenta, o si quien hoy la encabeza busca la reelección. El tema define en buena medida qué quieren el Gobierno y la mayoría para la defensa y promoción de los derechos humanos.
Estamos ante la oportunidad de que la decisión sea a través de un proceso no forzado para decidir lo que queremos, y, sobre todo, para reestructurar la Comisión; se tiene que dar un paso adelante y más, por lo vivido estos años.
RESQUICIOS.
La carta de Genaro García Luna evidencia que está contra las cuerdas. No es precisamente el personaje idóneo para hacer una crítica a la reforma al Poder Judicial siendo que a lo largo de varios años hizo lo que quiso con las leyes, empezando por sus lamentables puestas en escena; es cuestión de horas para que se decida su previsible destino.