Quebradero

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Como digo una cosa digo otra

 

Por Javier Solórzano Zinser

A diferencia de otros presidentes López Obrador va a terminar su mandato gobernando hasta el último minuto.

No ha parado en señalar y criticar a quienes tienen una mirada distinta. El Presidente en algún sentido puede irse tranquilo, porque buena parte de lo que se propuso lo logró, aunque para hacerlo muchas cosas generen inquietantes y riesgosas secuelas y otras más sean una herencia para la futura Presidenta, las cuales van a ser muy difíciles de manejar.

Pareciera que el Presidente, a pesar de todos los desplantes en favor de Claudia Sheinbaum, simple y sencillamente no tiene un particular interés en irse, aunque no le vaya a quedar otra que hacerlo.

Cuando dejó el PRD hace varios años decían muchos perredistas que López Obrador regresaba constantemente como si le costara trabajo dejar al partido. Cualquier razón era un buen pretexto, con cierto sarcasmo decían que las cosas eran tan singulares que a veces regresaba hasta por una pluma que habría dejado en su escritorio.

Las cosas ahora parecieran que no son muy diferentes. De pasar a que dejaba la Presidencia y se iba a su rancho hemos pasado a que no se irá de manera inmediata, porque quiere “aclimatarse”. No queda muy claro qué quiere decir con esto, pero quien debiera preguntarse lo que quiere decir es su sucesora.

Lo que es un hecho es que López Obrador está buscando aprovechar cada minuto que le queda como Presidente. No le ha permitido la más mínima capacidad de maniobra a su sucesora, quien no ha podido llevar a cabo una gira en que agradezca el voto de los millones de ciudadanos que optaron por ella. Adonde va con el Presidente éste último resulta el eje de los elogios y hasta motivo de las lágrimas de muchas personas que le manifiestan su cercanía.

Claudia Sheinbaum tiene que atender en lo inmediato asuntos de primer orden. Sinaloa es un tema de la mayor importancia, porque el Gobierno del estado ha sido incapaz de enfrentar el problema saliéndose por la tangente o hablando de cuestiones que son dignas de toda crítica: para que las cosas se tranquilicen, dicen las autoridades de seguridad, lo que hay que hacer es esperar a que se pongan de acuerdo y que se dejen de pelear los involucrados, o sea Mayitos y Chapitos.

Otro tema a atender de inmediato son los huracanes que han pegado severamente en el Pacífico y el golfo de México. Acapulco está resintiendo con severidad las lluvias, algunas zonas están padeciendo una infinidad de adversidades perdiendo lo poco que habían recuperado por Otis. La Presidenta, a diferencia de López Obrador, tiene que encontrar un mecanismo de comunicación diferente y ver a la cara a los muchos damnificados. Una parte se arregla con el dinero, la otra parte se arregla con la sensibilidad de los gobernantes.

Se vislumbra que durante algún tiempo el Presidente seguirá, si no en primera fila, si cerquita de ella. El riesgo está en la capacidad de maniobra que siga teniendo y lo que pudiera causar ruido en la gobernabilidad de la Presidenta. Los pasos que dé López Obrador tendrán que ser cuidadosos, porque presuponemos que sabe que cualquier intentona de irse sin irse conllevará secuelas graves en muchos niveles, sobre todo, para el país, en la evaluación de su gestión y en el juicio de la historia que le es de enorme relevancia personal.

Los siguientes pasos de López Obrador no serán muy diferentes de lo que hemos visto. Deja las bases de un nuevo régimen que se vislumbra confuso. Lo que es un hecho es que quedaremos libres de una narrativa confrontativa llamada mañanera, y también es un hecho que se puede aplicar la máxima de como digo una cosa digo otra cosa.

RESQUICIOS.

Independientemente de que aportara o no elementos a la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Alejandro Encinas jugó un papel clave en la búsqueda de ello. Al Ejército no le gustó lo que hizo, porque de manera autoritaria y sin que exista de por medio una base legal, fue interrogado por los militares.