Crónicas narrativas del 19 de septiembre

Share

Por Sandra Luz Tello Velázquez

En México, el 19 de septiembre nos provoca un abanico de emociones y sentimientos: temor, tristeza, rabia, frustración, confusión e incertidumbre. En dicha fecha, nos despertamos recordando los fatídicos años 1985 y 2017, marcados por los terremotos que nos llevaron a experimentar el miedo y a reconocer que en ocasiones la naturaleza es incontrolable y devastadora.

Los números y las estadísticas no alcanzan para dimensionar el impacto emocional y humano de un desastre como el que se vivió en 1985, cuando el sismo con magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter sacudió al centro del país. Dicho evento ha sido una de las más grandes tragedias en la historia y nos marcó con una profunda huella. Tres décadas después, el 19 de septiembre de 2017, justo en un aniversario más de aquel sismo, a las 13 horas con 14 minutos, ocurrió un terremoto de 7.1 grados de magnitud.

Tras eventos traumáticos como el terremoto de 1985, la Literatura desempeña un papel crucial para la preservación y transmisión de la memoria colectiva.  La crónica narrativa recopila, organiza y da forma a las experiencias individuales. Obras literarias como «Nada, nadie» de Elena Poniatowska, es un testimonio fundamental de una época marcada por la tragedia, la solidaridad y la lucha por la reconstrucción, pues recopila las voces que emergieron tras el sismo ocurrido en 1985.

De igual forma, la literatura, permite conectar con las víctimas y comprender la profundidad de su sufrimiento, por ejemplo, la obra escrita por Carlos Monsiváis, “No sin nosotros: los días del terremoto”, es una crónica que inicialmente narra los procesos primordiales de la sociedad civil de México en 1985, aunados a los primeros días del terremoto, los meses posteriores marcados por el dolor, la confianza en la solidaridad ciudadana y la energía de la comunidad nacional e internacional.

Finalmente, la Literatura no se limita a narrar los hechos del terremoto, va más allá, se sumerge en las emociones, los miedos y las esperanzas de quienes lo vivieron. La prosa periodística se transforma para convertirse en una expresión conmovedora y directa, la crónica narrativa abre el espacio a una pluralidad de voces: desde los rescatistas hasta las víctimas, desde los periodistas hasta los ciudadanos anónimos para construir con palabras un mosaico de testimonios que reflejan la diversidad de experiencias y sentimientos durante y después del sismo para tocar nuestros días.