Mi nombre es Alerik: la historia de un joven trans

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Los nombres han sido modificados para proteger la identidad del entrevistado.

 

Por Lyneth Santiago

La comunidad trans siempre ha sido mal vista por la sociedad -mayormente por el sector religioso-, excusándose con los típicos: “es que si naciste mujer, no dejas de ser mujer” o “si naciste hombre, no dejas de ser hombre”.

Es bien sabido que la vida de una persona trans no es fácil, pues conlleva todo un proceso y sobre todo, aceptación. No es una transición que sucede de la noche a la mañana, en su camino hay miles de obstáculos.

Transgénero: persona que se identifica con el género opuesto al que se le asignó biológica y socialmente al nacer.

Transexual: persona que se identifica con el género opuesto al que se le asignó a nacer, además de que realiza distintos procedimientos para que su físico esté acorde con su género.

No es un proceso fácil

Alerik es un joven trans de 19 años, quien desde pequeño tuvo una vida complicada debido a su identidad de género y el hecho de que no se sentía conforme consigo mismo. Sufrió múltiples críticas, pero eso no le impidió seguir.

“Desde muy pequeño yo supe que no era una niña, recuerdo que alrededor de los cinco años a mí no me gustaba lo que normalmente le gusta a una niña, que los juegos de cocinita, que la Barbie, que el nenuco… yo siempre me ponía a jugar con mis primos a los carritos o con el Max Steel, siempre supe que no era yo, que mi verdadero yo era un niño.

“Jamás me gustaron los vestidos, siempre me sentía incómodo y me fastidiaba mucho utilizar zapatillas, pero lo hacía porque mi mamá me decía que ‘así es como se vestían las niñas’ y yo siempre le decía que no, que yo era un niño. Claro que mi mamá me ponía caras, porque ella creía que ‘se me pasaría’. Pero no fue así, nunca fue así (…). A mis 13 años me di cuenta de quién era yo realmente, que era trans, porque no me vestía como las demás niñas, porque no me sentía cómodo con mi cuerpo, y lloré mucho. Lloré porque yo sabía que iba a decepcionar a mi mamá, porque si ella hacía comentarios homofóbicos a la comunidad LGBT, ¿qué diría de su niña identificándose como un niño?”, narra.

De acuerdo con las palabras de Alerik, para una persona trans es la parte de la aceptación, porque, “¿cómo le dices a tus padres que no te identificas como mujer, sino como hombre? Porque de verdad es una lucha de seguir fingiendo o realmente ser quien eres. Por el temor al ¿qué dirán? Y por los prejuicios que la sociedad aún tiene”.

“Nombre, creo que el momento más difícil de mi transición fue cuando hablé con mis papás y les dije: ‘ustedes no tienen una hija, tienen un hijo’. Recuerdo que ese día mi mamá lloró mucho, mi papá solo me miró con miedo y compasión, pero después de que mi mamá se fuera al cuarto, mi papá se acercó y me abrazó diciéndome que él me amaba fuera yo quien fuera (…). Creo que mi mamá no me habló durante un mes cuando le dije que yo me consideraba un hombre, pero después de ese mes, creo que le sirvió el no haberme hablado porque al final aceptó mi identidad, me abrazó llorando y dijo que al igual que mi papá, ella siempre estaría ahí para mí.”

Es bien sabido que la comunidad trans siempre ha sufrido por los prejuicios, por comentarios transfóbicos o por comportamientos agresivos hacia su persona. De acuerdo con un informe de la Organización Letra S, hasta el 14 de mayo de este año se documentaron 31 crímenes de odio, 28 a mujeres trans, dos a hombres gays y 1 a una mujer lesbiana.

“Como a los 17 años, ya que mi papá y mamá sabían que yo era trans, me acuerdo que en la prepa había varias personas de otros salones que se burlaban de mí, me hacían comentarios transfóbicos, incluso hasta me pusieron un apodo, “La Machorra”, que porque me vestía como hombre y así. Pero yo no les hacía caso y los ignoraba, al final ellos no eran parte de mi círculo y sus comentarios no me afectaban; eso sí, llegué a acusarlos con el director y de una buena regañada no se salvaron (…).

“Mis papás se hicieron cargo de pagar mi tratamiento hormonal, pero me dijeron que me permitirían hacérmelo hasta que cumpliera la mayoría de edad y bueno, hasta hoy ya llevo un año y seis meses en este tratamiento. Realmente me siento feliz y satisfecho con los resultados, con mi cuerpo y los cambios que hay en él. Claro, no es un proceso fácil, pero con el apoyo de mis padres y hermana, todo se vuelve más liviano. De vez en cuando lucho con mis pensamientos intrusivos, tú sabes, a veces uno sobre piensa y eso no es bueno, pero al final del día veo hasta dónde he llegado y no puedo estar más que feliz.”

Alerik destacó que hace unos años su yo de pequeño no creería que al final logró ser quien deseaba, pues esto parecía imposible. Expresó que a aquellos que aún se encuentran en su transición les deseaba la mejor de las suertes, que no se dejaran vencer por los comentarios desacertados que los demás pudieran hacer, puesto que no se trata de otros, sino de ti mismo.

“La comunidad trans es gigantesca, ninguno de nosotros está solo, pues hay hermanos, hermanas y hermanes que aún sin ser de sangre, estarán ahí para celebrar nuestros logros”, expresó.