Por Martín Quitano Martínez
La generación que destruye el medio ambiente no es la generación que paga el precio. Ese es el problema.
Wangari Maathai
La administración federal que termina es y será discutida en cuanto a su prédica transformadora, pues al confrontarse con la realidad los claroscuros son evidentes en muchos temas susceptibles de poner en critica, más que aquellos en los que puedan establecerse saldos positivos. El tema medioambiental es uno de los que muestran déficits innegables.
Las políticas ambientales quedaron rezagadas, empapeladas y olvidadas desde la reducción de sus presupuestos. Por ejemplo, la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) disminuyó su presupuesto en casi un 50% en términos reales, al pasar de 4 mil 441 millones de pesos a 2 mil 672 millones entre 2018 y 2024. Mucha palabrería para desdibujar el desprecio o el poco interés gubernamental para operar alternativas ambientales o salvaguardar territorios; el caso emblema de este abandono, la cereza del pastel, el festejado Tren Maya para el que “no se tocaría un solo árbol”, con un saldo aceptado oficialmente, de 7 millones de árboles talados.
El rasgo que define las visiones y hechos concretos de la gestión federal y muchas estatales es la simulación o la negación frente a los hechos y datos evidentes.
Por ejemplo, desde el programa “exportable” de sembrando vida que se ha presentado como la panacea, como un modelo de proyecto sustentable y productivo para el “bienestar”, el cual con los datos duros oficiales difícilmente pasa la prueba de eficiencia o resultados positivos como eje para el anclaje del mejoramiento productivo o de la sustentabilidad y la reforestación.
Que decir de las “reforestaciones” en Veracruz a partir de “Jornadas Comunitarias” de fines de semana, donde servidores públicos “voluntarios”, sin experiencia, sembraron planta en camellones y orillas de carreteras y uno que otro predio. ¿Alguien que informe del éxito de esta campaña en la supervivencia de las plantas sembradas?
El desastre del abandono ambiental, ligado a la protección civil, a los procesos de deterioro climático por el calentamiento global, las sequías y el calor que fueron minimizados y desdeñados, y provocaron los incendios más devastadores que hemos sufrido en el país, con datos de que ascendieron según la CONAFOR a 7,627 siniestros entre el 1 de enero y el 2 de agosto, con una enorme superficie afectada que alcanzó un millón 269 mil 858 hectáreas. En este escenario nacional Veracruz fue la entidad más afectada con 14 mil 109 hectáreas y una de las de mayor número de incendios con 222.
Nos queda esperar una modificación sustantiva de la política ambiental, sostenida por el arribo de una científica a la presidencia de la República. Nos queda esperar que se rompa la simulación y las interpretaciones baladíes respecto de la profundidad de nuestros atrasos para enfrentar en mejores condiciones los retos ambientales actuales, globales y nacionales. Eso significaría priorizar, atender y comprometerse efectivamente con definiciones y acciones concretas para mejorar los ejercicios administrativos y de gobierno, convocando a la sociedad a actuar juntos ante un problema de crisis ya presente y que nos afecta a todos.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
El informe que no fue informe, con testimonios de los ayudantes, una tragicomedia en la que se miran en su espejo.
X: @mquim1962