Morena ya tiene sus pecados
Por: Javier Solórzano Zinser
Morena debe tener particular cuidado en que su abrumadora victoria no lo obnubile. La euforia lo puede llevar a la soberbia, por momentos ya ha parecido perder el sentido de la autocrítica dentro de su incuestionable victoria.
A pesar de que haya ganado como lo hizo no puede perder de vista que 4 de cada 10 electores no votaron por Claudia Sheinbaum, no tienen mayoría en el Senado —por más que sean sólo por tres escaños—, y que además está en el terreno de la discusión el tema de la representación-sobrerrepresentación.
El triunfo no debe pasar por alto lo que representantes de Morena han hecho y deshecho en diferentes estados del país estando en el poder. Algunas victorias no necesariamente reflejan del todo la voluntad ciudadana para que se dé una continuidad de lo que ha sido la gobernabilidad en algunas entidades.
Es evidente que la fuerza y peso del Presidente y el avance que ha tenido desde hace varios meses Claudia Sheinbaum son los elementos que coadyuvaron a consolidar las victorias locales; es una de las formas de entender los triunfos.
La experiencia de gobernar va dejando secuelas y consecuencias. Varios estados han venido siendo gobernados desde hace al menos un sexenio por Morena, lo que ya permite tener una idea de lo que significa que esté en el poder.
Uno de los asuntos más serios es que algunos nuevos gobernantes entran a sus cargos bajo un cúmulo de irregularidades de sus antecesores. No queda claro si existe la voluntad de llevar a cabo una evaluación que permita llegar hasta las últimas consecuencias en la forma en que se ha gobernado, particularmente en Morelos y Veracruz.
En conversaciones con quien será la futura gobernadora del primero de estos estados, optó por no hablar de Cuauhtémoc Blanco, más bien quedó claro que evadió el tema. En su campaña trató de tomar distancia del diputado, cargo que evidentemente le da lo que ha buscado, fuero.
La contundente victoria de Morena no exime a la próxima gobernadora a llevar a cabo una revisión de los muchos problemas que tiene Morelos, en buena medida derivados de la gobernabilidad del otrora exfutbolista. No casualmente se presume que lo colocaron en San Lázaro para protegerlo, más que por sus méritos.
Todo indica que se viene una vuelta a la página para eximir de cualquier responsabilidad al Gobierno del Cuau. Será seguramente una forma de cubrir lo que paradójicamente coloca a la nueva gobernadora bajo una posición delicada, porque tendrán que tapar todos los hoyos y los delicados pendientes que dejó el pasado gobierno.
Algo parecido sucede en Veracruz. Rocío Nahle, con todo y la gran cantidad de asuntos que pusieron en la mesa de su presunta corrupción, obtuvo un triunfo también contundente. La cuestión es que, a pesar de que de alguna manera tomaba distancia de quien será su antecesor, habrá que ver si en los hechos está en su radar una evaluación sobre la gestión de Cuitláhuac, quien en materia de seguridad dejó una herencia brutal. Al igual que con Cuauhtémoc, con matices, las nuevas gobernadoras tendrán que enfrentar las herencias sin ya poder culpar a los neoliberales.
Morena y la futura presidenta tienen que contemplar que la gobernabilidad ganada y ejercida deja secuelas, las cuales ya pasan por hechos de corrupción, incapacidad y rasgos de autoritarismo y desgobierno.
Los nuevos gobernantes tendrán que actuar para no parecer ser cómplices de las herencias, la complicidad que acusan del pasado. En muchos otros estados se tiene que actuar para fortalecer la confianza que la sociedad les ha otorgado.
Los triunfos de Morena pasan por el Presidente y su candidata y no necesariamente por el ejercicio del poder de la llamada 4T.
RESQUICIOS.
Resulta que Alito quiere terminar por reelegirse. El PRI vive con alfileres. Habrá quien le deba favores al campechano, pero también hay una gran mayoría dentro de la minoría en la que está el partido que lo ven como el gran estorbo para la eventual “transformación”.