Por Sandra Luz Tello Velázquez
“Los niños se visten de azul, las niñas de rosa”, “lloras como niña, los chicos no lloran”, son frases que representan creencias erróneas vinculadas con actitudes, formas de ser, vestirse, expresarse y comportamientos asociados a la idea de género
Los colores no tienen una relación real con la diferenciación sexual, retomando un poco de historia, los tonos pastel se volvieron tendencia a finales del siglo XIX y en ningún caso para definir género. Después de la Primera Guerra Mundial se dio la primera diferenciación entre el azul y el rosa, siendo el segundo color utilizado para vestir a los niños, ya que se consideraba un color más decidido y fuerte, mientras el azul era más delicado y refinado, ideal para las niñas. Fue con el avance del feminismo en la década de los sesenta que las madres decidieron vestir a las niñas con el mismo color que usaban los niños: el rosa, para enfatizar la igualdad de género;
Por otra parte, «los chicos no lloran» es una frase que ha resonado en la sociedad durante siglos, moldeando las expectativas de género y desarrollando un constructo social. No hay exactitud en los datos de su origen, pero su impacto y su relación en la construcción de la masculinidad es innegable, así mismo en la estigmatización de la homosexualidad.
“Los chicos no lloran” es una aseveración que se ha utilizado desde hace siglos para enfatizar la fuerza y la estoicidad del hombre ideal. En la Edad Media, el código de caballería promovía la valentía, la disciplina y la contención emocional. “El caballero” que no lloraba era un reflejo del ideal de la masculinidad.
La Imagen del hombre que no expresaba emociones consideradas «femeninas» como la tristeza o la vulnerabilidad se reforzó con el paso de los años, sin embargo, la lucha por los derechos LGBTTQI+ comenzaron a desafiar los roles de género tradicionales, incluyendo la presión sobre los hombres para reprimir sus emociones.
Finalmente, este mes tendría que reconocerse como una invitación para expresar nuestras emociones y nuestra identidad, sin sentir miedo o vergüenza, independientemente del género u orientación sexual, pues dentro de la diversidad se encuentra el derecho a la libre expresión de quiénes somos y de lo que sentimos lejos de los estereotipos.