La bronca está en casa
Por Javier Solórzano Zinser
Morena y aliados deberán saber administrar su abundancia. Con una oposición disminuida, los principales problemas se van a empezar a concentrar al interior del movimiento porque, con razón o sin ella, muchos exigirán más de lo que les están ofreciendo y otros más querrán algo al menos si no les están ofreciendo nada.
Morena no funciona como partido político convencional. Es un movimiento social y como tal se comporta. Está conformado por diversas corrientes con diferentes posiciones políticas, lo cual tiene su razón de ser en función de que no es del todo clara la definición ideológica del movimiento.
López Obrador nunca dejará de estar presente. En su gira del adiós esta semana se la ha pasado bajo un vaivén declarativo. A veces dice que no regresará y que se quedará en su rancho, otras que “si mi Presidenta me lo pide” o se presenta una “situación grave” regresaría, y otras más que sólo vendrá a ver a su mujer a la CDMX.
Lo que sí va a pasar es que va a tener una posición menos protagónica sin dejar de ser influyente. No vemos que se vaya a retirar del todo porque está en su naturaleza estar, además de que sabe que está en la conciencia e imaginario colectivo de sus millones de seguidores, y sobre todo, de quienes tienen el mando de gobierno y partido. Tampoco vemos posible que cumpla aquello que planteó, que ante los líos que se vivían en Morena, afirmó que si no se ponen de acuerdo “ahí se ven”.
El problema es para Claudia Sheinbaum porque por más que vaya a ser la Presidenta del país, no queda todavía claro cómo reaccionarán las huestes morenistas ante ella. Habrá que ver si la van a ver como la heredera, como la mujer con peso en todos los sentidos o como lo que va a ser en cuanto llegue el 1 de octubre y López Obrador efectivamente se haga a un lado, Presidenta de México.
Claudia tiene que encontrar la mejor manera de coordinar a las diferentes fuerzas internas del partido. A esto se suma que la alianza con el veleidoso Partido Verde y con el PT requieren de una particular atención, porque es precisamente la relación con estos partidos, lo que le permitirá tener la mayoría calificada en el Congreso.
Las fuerzas internas de Morena desde hace varios meses se vienen moviendo intensamente, lo que pasaba, en algún sentido sigue pasando, es que López Obrador se encargaba de controlar las cosas. Habrá que reconocer que el proceso de las corcholatas, definición que desde d,onde se vea fue desafortunada, acabó siendo bien librado, aunque sin duda dejó secuelas en el camino.
Marcelo Ebrard volvió a sobrevivir. Han pasado a segundo plano todas sus declaraciones en contra del desarrollo del proceso para elegir candidato del Presidente y el apoyo a la “señora”. Tan ha sobrevivido que ahora ha lanzado a sus huestes para que apoyen a Ricardo Monreal en medio de los enojos y críticas de la corcholata externa, Gerardo Fernández Noroña.
La inconformidad no es para pasarla por alto a pesar de que le ha dado una clara respuesta la futura Presidenta. La razón es que su posicionamiento puede ser el de muchas y muchos que están inconformes con la corriente de los llamados moderados al interior del movimiento.
Las peticiones de Fernández Noroña colocan en una tesitura delicada a Sheinbaum. Está proponiendo definir las posiciones en el Congreso, vía una de las máximas del mismísimo Presidente, una consulta.
Estamos apenas en los escarceos. No hay que olvidar que Morena tiene una de las esencias del PRI, ser agencia de colocaciones.
Claudia Sheinbaum debe saber que sin dejar de ver a la oposición como estrategia, la bronca más compleja podría estar en casa.
RESQUICIOS.
Por una infinidad de motivos es importante la liberación de Julian Assange. En México, en el extremo hay quienes suponen que las presiones y exhortaciones del Presidente fueron determinantes, cuestión que no tiene razón alguna. El jolgorio debería hacernos ver lo que ha sido la vida de los periodistas estos 6 años.