Por Uriel Flores Aguayo
En el debate entre la candidata y los candidatos al gobierno de Veracruz, se llevó los reflectores, fue una de las notas principales, el desplante de la señora Nahle al negarle el saludo de mano a Pepe Yunes. Fue tan comentado como criticado. Hasta hace unos días la candidata oficial explicó que su negativa se debió a su actitud de no saludar “agresores”. Esa actitud tiene que ubicarse en un contexto que la defina; no surgió de la nada. Es reflejo de un estado de ánimo, su personalidad y el valor que le conceden a ese tipo de actos absolutamente normales.
Justificar ese desplante en una supuesta condición agresora del contrincante es insuficiente para eludir lo que es una actitud desconsiderada y de ínfima educación. Es chistoso hablar de agresiones cuando podemos ver en el mundo escenas de firmas de paz después de alguna guerra. Los jefes de ejércitos se encuentran para firmar acuerdos de cese a la guerra sin tener que contar los miles de muertos de ambos lados. Verse cara a cara y no saludarse de mano no es normal. No son enemigos. Tal vez la señora Nahle sí lo considere así. Se pudo haber quedado en un saludo oral o agitando las manos a lo lejos, pero no es suficiente. Nada sustituye un saludo de mano, transmite confianza y mejora el ambiente.
Después de tantas denuncias mediáticas y judiciales contra la candidata oficial es lógico que llegara con inestabilidad emocional; no es de acero, por mucho que incurra en el victimismo tan propio a Morena.
Negar el saludo de mano no tiene justificación. Más bien es la confesión de un modo autoritario y de soberbia. Es creer que los otros no existen o que son seres menores ante la falsa hazaña de la nueva clase política, la morenista.
La señora Nahle se vio mal con esa negativa, perdió puntos y simpatías. No es sana su actitud. Es la típica postura autoritaria, donde ellos se autocolocan por encima de todos y reparten etiquetas. Resulta curioso pero también peligroso que desde el partido oficial vean a sus opositores como enemigos, como quienes casi son los dueños de la política y la vida pública.
Sería sana la autocrítica, reconocer el error y enmendarlo con muestras claras de tolerancia. Más allá de las propuestas, ese debate será recordado más por la negativa al saludo. Es inédito.
No es ocioso reivindicar la política constructiva y de resultados concretos, donde los gobernantes y opositores se vean como adversarios dentro de la democracia. Nada de palabras divisoras y gestos rudos anti diálogo.
El problema de Nahle y todos los morenistas es que han abrazado el credo obradorista que es sectario e intolerante, que no reconoce la pluralidad y lo legítimo del que piensa diferente. Se comportan como secta. En el caso de Veracruz es obvio que siguen sorprendidos de la fuerte oposición que están encontrando. No estaban acostumbrados a competir, vienen de experiencias donde habían avasallado. Ante la exhibición de su amasamiento de fortuna ha activado resortes de victimismo demagógico, haciendo de todo para no rendir cuentas.
La soberbia se hizo presente en el debate. No permitió una muestra de civilidad de parte de la señora Nahle. Confunde un saludo con aceptación. No comprende el significado del debate y el diálogo, es incapaz de valorar que se encuentran en un mismo espacio y que se trata de un encuentro político. No es guerra. Aun en las guerras, los jefes militares y los gobernantes se saludan con un fuerte apretón de manos después de firmar la paz.
La señora Nahle mostró el cobre y puso en evidencia lo peligroso que pudiera resultar ser gobernadora. No debe llegar.