Por Raúl Arias Lovillo
Cómo cambió todo en nuestro país de 2018 a la fecha. Pasamos del auge electoral de AMLO y de Morena, con la histórica cifra de más de 30 millones de votos obtenidos en la elección de ese año, al imparable deterioro del gobierno que enfrenta en el final de su sexenio.
Recordemos que el presidente se propuso no sólo empujar un gobierno distinto a los de los últimos años sino impulsar una histórica transformación de la sociedad mexicana. Después de la Independencia, la Reforma y la Revolución, su Movimiento de Regeneración Nacional se constituiría en la Cuarta Transformación en la historia de México.
Investido este movimiento de una supuesta superioridad moral respecto a todo lo ocurrido en el pasado en la llamada etapa del neoliberalismo, AMLO tuvo el camino libre para hacer y deshacer, más de esto último que de construir los cimientos de su proyecto. Muy pronto el presidente muestra que nunca sería el mejor jefe del Estado mexicano, como se lo había propuesto. Su carácter autoritario empezó a asomar y las malas decisiones se encadenaron de inmediato una tras otra. Aún no hay condiciones para realizar un balance objetivo de los altos costos económicos, sociales y políticos que ha ocasionado su mal desempeño en el gobierno. Sobre todo porque no se cuenta con toda la información y porque los últimos meses que le faltan pueden ser los peores y los más costosos para nuestro país.
Millones de mexicanas y mexicanos han sufrido un enorme desencanto político con el presidente y su movimiento. Nunca vieron a su líder ejercer de verdadero hombre de Estado, siempre pequeño en cualquier circunstancia. Sus seguidores tuvieron la paciencia de aguantar sus erráticas decisiones, dejaron pasar sus obsesivos sueños de grandeza y se acostumbraron poco a poco a su autoritarismo y a su soberbia. Pero todo tiene un límite, cada vez hay más desilusionados de la 4T que ingresan a las filas de la oposición.
Desde hace algunas semanas se advierten signos de mucha preocupación de las reacciones de AMLO frente a los diversos asuntos que está enfrentando. Se le nota muy alterado y pierde el equilibrio fácilmente cuando lo cuestionan los periodistas en sus mañaneras. Por supuesto, existen razones muy importantes para su preocupación. Desde la enorme deuda de Pemex, el fracaso de sus magnas obras (AIFA, Dos Bocas, Tren Maya), el creciente divisionismo en las filas de Morena, el fiasco de la mega Farmacia, el descubrimiento de las redes de corrupción de su entorno familiar y un largo etcétera.
Sin embargo, los apuros más importantes que tiene AMLO en los últimos tiempos son tres: su enfrentamiento con el diario The New York Times por un reportaje en el que se planteaba que el gobierno norteamericano había investigado al círculo cercano al presidente AMLO por posibles vínculos con el crimen organizado, el regreso del caso de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa y la escasa empatía de su candidata con el electorado.
Con relación al primer punto, si bien es cierto que AMLO logra que un vocero del gobierno de Estados Unidos señalara que no hay investigación alguna respecto al presidente de México, dias después el periodista Héctor De Mauleón denuncia un escándalo de corrupción que involucra maletas de dinero, nexos con el narcotráfico y desvíos de programas sociales hacia campañas políticas de Morena en Sinaloa. Ambos casos ilustran la relación profunda, de la que se habla como un secreto a voces, entre narcotráfico y gobierno.
Con relación a Ayotzinapa, los padres de familia de los estudiantes desaparecidos se sienten engañados por AMLO, durante mucho tiempo el presidente y su partido lucraron políticamente con el caso, prometieron resolverlo y hoy ni siquiera los reciben en audiencia para dialogar.
En los pocos días que van de campaña se observa un claro contraste entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum, mientras la primera conecta con el electorado y abarrota las plazas públicas con sus seguidores, la segunda no muestra empatía y ni siquiera con acarreados llena sus espacios de concentración.
La gravedad de estos tres asuntos explican porque el presidente AMLO no pasa en estos días sus mejores momentos en Palacio Nacional y muestran la crisis del gobierno al final del sexenio.