Por Fernando Vázquez Rigada
Stephane Hessel -un icono humano de la libertad— escribió en 2010 un libro fundamental: ¡Indígnate! Un llamado a la rebelión cívica que ahogaba al mundo.
Eso requiere México. Hoy. Ya.
Una indignación general, cívica, legal y leal, pero incorruptible, ante la incompetencia que nos arrasa.
La de Guerrero no es solamente una tragedia: es una autopsia.
México comienza su vida ahí. En Iguala se pacta la alianza Trigarante que logra la independencia. En Iguala murió, dos siglos después, una parte de México proveniente de Ayotzinapa.
Lo de Acapulco puede ser un final o un principio. Veremos.
No hemos dimensionado el drama social que viene. Otis devoró el único motor económico de un estado en ruinas. Sin él, vendrán años de descomposición y sufrimiento.
6 de cada 10 guerrerenses viven en pobreza. 2 de cada 10 en miseria. 8 de cada 10 empleos son informales: gran parte de los formales se esfumaron en una noche. El estado ocupa el último lugar nacional en grado de escolaridad (7 años), en educación superior (sólo 14 de cada 100), en hogares en hacinamiento, en hogares con dotación diaria de agua. Había 132 mil viviendas con piso de tierra. ¿Qué pasó con ellas?
Penúltimo lugar nacional en población con carencia alimentaria, en ingreso y número 30 en acceso a salud.
Indígnate.
Sobre esa pobreza humillante, llegó una indolencia inaudita.
La periodista Peniley Ramírez da la cronología de la desatención: martes 24, 10 hrs: el Centro Nacional de Huracanes de Miami alertó que Otis tomaba fuerza de huracán. 13 hrs: reitera la alarma. 14 hrs: un caza huracanes de EU informa que era un huracán de intensificación rápida. 15 hrs: señala que era de intensificación muy rápida con consecuencias “catastróficas” al tocar costa. Lo fue, a los primeros minutos del miércoles 25.
Ninguna autoridad en México hizo nada. Tuvieron horas para alertar a la población. Armar albergues. Salvar vidas. Nada.
Indígnate.
7 horas después, el presidente informa que no sabe qué informar. Montó un espectáculo para sacarse una foto. 7 horas perdidas. Al día siguiente divulgó su popularidad mundial. El viernes fue al EdoMex, en campaña. El jueves la alcaldesa de Chilpancingo dio su informe de gobierno e hizo una fiesta popular, faltaba más.
El dato oficial de muertos: 43. La madrugada fatal del miércoles 25 murieron 16 personas sólo en el IMSS por falta de luz. Eyder Peralta, corresponsal de NPR atestiguó 50 pescadores ahogados en barro y publicó las fotos. Emergen cadáveres de marineros de yates que se resguardaron en ellos.
Mienten, y saben que mienten. La tragedia humana en medio de la humildad indefensa de personas que tienen piso de tierra y techo de lámina o palma, debe ser brutal.
Esconden las cifras, pero no su incompetencia. El hedor a muerte que expele el lodo los señala.
Indígnate.
Lo peor no es la indolencia. Es la arrogante politización de la tragedia. El presidente ordenó perifonear su voz por las calles desoladas de Acapulco. Instruyó cercar Acapulco y dijo que ninguna ayuda ciudadana entrara a la ciudad, violando la Constitución. Prohibió a la Cruz Roja entrar con alimentos. Toda la ayuda la entregaría los Servidores de la Nación, sus Camisas Pardas, tal como lo hizo Anastasio Somoza tras la devastación de Managua en 1972.
Indígnate.
Mientras, en el desespero comenzó el saqueo. La alcaldesa morenista de Acapulco, la misma que dijo que la violencia era por la calor, dijo que no era robo, sino cohesión social. Luz verde al motín y al asalto en una ciudad que es la décima más violenta del mundo. Tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes: 65. Promedio nacional, 23.
Indígnate.
El peor rostro de Morena ha surgido aquí.
Guerrero, en donde Morena tuvo que quitar a un presunto violador de candidato a gobernador sólo para imponer a una Juanita: que entregó el estado al Crimen Organizado.
Al impedir a la sociedad participar en el rescate el presidente mostró su rostro de desprecio, resentimiento, y arrogancia. Su ruindad.
Morena, su abyección.
Guerrero puede ser el fin de la paz social.
Lo peor está por venir: porque en esta era digital quedará el registro de muertes y viviendas modestísimas arrasadas. En Acapulco sobreviven más de 800 mil personas. No están solas. No pueden estarlo más.
Llegó la hora. La sociedad debe despertar. Si lo hace, Guerrero no será un fin, sino el principio de una ola cívica que debe rescatar el aislamiento y la desolación de miles de familias.
Así como Guerrero está Oaxaca, Chiapas, parte de Veracruz y parte de Puebla.
La geografía de los pueblos olvidados, saqueados, extorsionados, violados.
Nadie puede prohibirnos sentir compasión y procurar consuelo a esa gente.
Los terremotos, los deslaves, los huracanes han tenido alivio gracias a la unión de la sociedad con las fuerzas armadas. A una solidaridad desbordante. A una auto organización ejemplar.
Llegó la hora. Morena no está con los dolientes ni con la gente. Le importa sólo el poder.
La empatía no puede anularse por decreto. La indignación no ensordece por un perifoneo.
Indígnate. No estamos solos. Nos tenemos los unos a los otros.
@fvazquezrig